25 abr. 2024

Después del juicio, después del acta

Carolina Cuenca

Vivimos días intensos por la situación generada tras el escándalo de la forma en que el Gobierno manejó las negociaciones y la firma de la última acta del acuerdo con Brasil, sobre el uso de la potencia energética de Itaipú.

Rodaron cabezas; casi, casi hubo juicio político y ni me imagino la cantidad de negociaciones que se estuvieron haciendo con lógica de poder en el Parlamento para obtener votos para uno y otro bando.

Esta crisis puede servir en bandeja a quienes deseen analizar la política y su influencia en tantos ámbitos de la vida social. Pero, mal enfocada, también puede decaer en puro entretenimiento a lo Payo Cubas, con cinto de cuero, agua fría y papel higiénico desperdiciados por falta de profundidad e inconsistencia.

Lo que sí se rescató fue ese sentimiento de unidad nacional que no ha muerto en nuestro golpeado país, a pesar de todo.

Sonó fuerte la palabra patriotismo, para unos, como un reclamo por la falta del mismo en su conducta, para otros, como un criterio ineludible para juzgar lo correcto en la política, y no faltó quien se despabilara de sus asuntos rutinarios para salir a la calle y defenderlo junto con su honor.

La sociedad ha hecho sentir a los políticos su enojo, su indisposición para admitir que se crucen ciertos límites.

Quizás no todas las protestas tenían la misma pureza de intención, porque no faltaron los pescadores de río revuelto con la caradurez que tienen para intentar sacar provecho sin esfuerzo y sin propuestas alternativas, y ejercer poder sin la legitimidad de los votos.

Sin embargo, y aunque es difícil creer, pero no es imposible, esta crisis puede tener una arista positiva. Yo la veo en el deseo de gran parte de la ciudadanía de volver a basar nuestras relaciones sociales y políticas en la justicia y en la verdad, no en el secretismo y en la mentira.

Es indudable que todo está por hacerse para lograr esta aspiración y, sin duda, no depende exclusivamente del acta de Itaipú ni de Marito. ¿Por dónde empezamos?...

Justo ayer se recordaba también en la aldea global un aniversario más de la primera protesta de desobediencia civil de Mahatma Gandhi, padre de la Independencia de la India, lograda contra la dominación inglesa por medios pacíficos pero activos. Para él tampoco fue fácil sacar del plagueo, de la alienación y de la violencia a sus conciudadanos.

Gandhi solía decir que “la acción expresa las distintas prioridades” y que es en los momentos en los que valores personales chocan entre sí cuando la elección de uno sobre otro nos define. Paraguay no se puede definir por el ñembotavy, ni el mbarete, ni el pokarê, tampoco por la violencia o la venganza.

Es hora de poner de moda esa verdad y esa trasparencia que todos deseamos en la política, pero esto implica un trabajo educativo a nivel personal, familiar y social muy fuerte para derrotar la lógica sinvergüenza que se encarama del poder político y no nos permite desarrollarnos en paz.

Es lo que logró canalizar Gandhi en un país que no creía mucho en sí mismo, que vivía como avergonzado y entreguista, donde la mayoría era borrega de unos pocos malos pastores.

Más que nunca debemos poner en la balanza el deseo de cambio que tenemos en contrapeso con el sacrificio que estamos dispuestos a hacer para lograrlo, y, como decía Gandhi, ser nosotros el cambio que queremos ver en el mundo y ayudar a cambiar la mentalidad de nuestros enemigos, no matarlos por las mismas debilidades que nos aquejan. Después de todo, esos políticos salen de nuestras casas, de nuestra comunidad y allí vuelven.

Una de las lecciones que deberíamos aprender es lo que decía una analista de no quedarnos solo en las posiciones, sino apuntar a los intereses al hacer política. En el caso de Itaipú, se debe tratar con seriedad el tema del uso del potencial energético que nos corresponde para desarrollar empresas e industrias competitivas. Apuntar al bien común.

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