Un ministro de la Corte quiere sumariar a todos los funcionarios de una de las secretarías por la mora existente. La información que no se pudo confirmar corre por los pasillos de los tribunales. Sin embargo, puede servir para el análisis.
La justicia tardía no es justicia. Esto es lo que retrata realmente la mora judicial, donde la excesiva tardanza en dictar resoluciones hace que sea caldo de cultivo de la corrupción.
Es que los usuarios del sistema recurren a los tribunales para una definición de sus problemas. Esperan la resolución de los que deben aplicar la ley en los casos concretos. Quieren salir gananciosos porque creen que tienen la razón. Pero la espera se hace muy larga.
Después, pasan los meses, los años, y, por el largo tiempo transcurrido, las expectativas cambian. Ahora, ya solo quiere una definición del juicio, sea buena o mala, pero resolución al fin. Total, si no le es favorable se puede apelar, y el superior puede revisar. Así transcurren la mayoría de los juicios. Esa quimera de la Justicia pronta y barata.
De todos los problemas judiciales, la mora es la peor. Es que, en esa larga espera, surgen los avivados. “Le hablo a tal o cual juez, camarista o ministro...” le dicen. Y la persona, ya desesperada, cree que ese es el camino. Así pone dinero y llega a la coima.
La mora se da en todos los estamentos. Desde los más altos hasta los más bajos. Es la Corte la que nos da siempre una muestra de ello. Solo por citar algunos casos, tenemos el del diputado Tomás Éver Rivas, donde el expediente está en la Sala Penal desde el 28 de junio del 2018.
“Está para la segunda firma del triplicado...”, alegan en la Corte. Es decir, el fallo ya está completo, con todos los votos, ya se pasó en limpio y los ministros deben firmar. Algo que se puede hacer en un día, puede tardar meses. Es más, en este caso, uno de los que debía firmar el fallo, luego fue destituido por juicio político y otro tuvo que hacer de nuevo el voto sobre el tema.
También está la causa del ex presidente de la Conmebol, Nicolás Leoz, que recurrió a la Corte contra el fallo que dispuso su extradición. Y ni hablar de casos de políticos que duermen en los casilleros.
Si realmente hay que sumariar a alguien, los funcionarios no tienen la culpa (salvo que ellos oculten expedientes). Las resoluciones las dictan los ministros, los camaristas o los jueces.
La próxima semana, podría ya elegirse un nuevo presidente de la Corte Suprema. La mayoría de los que asumieron el cargo, que ya es forma cíclica, prometieron luchar contra la mora judicial.
No obstante, hasta ahora, este cáncer no puede extirparse y va carcomiendo las entrañas de la Justicia. Hace que la ciudadanía cada vez desconfíe más porque cree que esa larga espera tiene un sólo propósito: Pedir dinero para resolver a su favor.