O soy algo lento de reflejos o las cosas están sucediendo a un ritmo más veloz de lo que mi entendimiento es capaz de descifrar. El hecho es que no me está resultando claro quién gobierna y quién hace oposición. En la época de los colorados todo era más fácil: la mayor parte del tiempo, ellos se encargaban de las dos funciones. Ahora, sin embargo, es más complicado. No me deje solo. Venga, confúndase conmigo.
En estos días hubo manifestaciones que fueron reprimidas por el Gobierno. Fueron convocadas por el Frente Social. Ahora bien, ¿ellos no apoyaban a Lugo? Dicen que las protestas fueron alentadas desde el propio Gobierno para crear un clima que apresure la renovación de los ministros de la Corte. Pero, en ese caso, ¿no le parece algo delirante que hayan intentado entrar al edificio del Ministerio Público? Fueron reprimidos de modo algo desmesurado. Pero, si esa violencia afecta la imagen del gobierno de Lugo, ¿por qué se la ordena?
La otra noche le pregunté a mi amigo Adolfo Ferreiro quién gobierna este país. Él, que tiene respuesta para todo, hizo un gesto vagamente abarcante con las manos y contestó con escasa convicción: “Y..., el luguismo”. Es difícil definir quiénes están incluidos en esta acepción. Hay un variopinto entorno personal que hoy ocupa cargos en la función pública. Y hay dos partidos muy cercanos al presidente: Tekojoja y P-MAS. Pero eran militantes de ambas agrupaciones los que tiraban piedras a los efectivos de la FOPE. Entonces, ¿están o no en el poder? Adolfo me explicó, con paciencia, que mi concepción de poder es demasiado formal y burguesa. Lo que se usa ahora es llegar al poder para, desde allí, destruir la institucionalidad en la que éste se asienta para, ahora sí, ¡llegar al poder!
Hice como que entendí, preferí no hablar de los liberales -que aún no tienen claro qué exactamente son- y solté una frase que se me ocurrió inteligente: “No solo tenemos vacío de poder, sino vacío de oposición”. Adolfo me miró con cara de aburrimiento -definitivamente, no era uno de mis mejores días- y se explayó sobre el reacomodo gradual que sufren los partidos políticos en momentos de grandes cambios. A mí, sin embargo, no deja de sorprenderme que el gigantesco Partido Colorado siga en estado de nocaut y se limite a mirar desde las graderías cómo otros partidos y movimientos se apropian del escenario político. No es que me duela -me parece magnífico que las cosas sigan así por un tiempo más-, pero me sorprende.
Falto de reflejos, desfasado y sorprendido como estaba, se me ocurrió que lo mejor sería tener paciencia, que ya volverían las cosas a lo normal y que lo importante era no perder la institucionalidad. ¡Ay!, para eso hay que contar con un Poder Judicial respetado. Y Lugo, lo que más desea, es cambiar a todos los ministros actuales. Y lo logrará, de un modo u otro. Salvo que estos señores descubran que el destino les da una oportunidad inesperada de reconquistar algo de la confianza ciudadana: las denuncias sobre la corrupción en Itaipú. Si no hacen nada y permiten que las absurdas chicanas -¿es, acaso, aceptable recusar a un fiscal? ¿Tiene, en todo caso, alguna lógica jurídica hacerlo antes de que se realice la imputación?- dejen impunes a los ladrones, nadie moverá un dedo por salvarlos.
No es fácil predecir qué pasará con el gobierno de Lugo. ¿Mide adecuadamente este gobierno el nivel de ansiedad ciudadana? Es fácil, empero, adivinar que esta Corte subestimará los efectos del hartazgo de la gente. Una tenue línea une la confusión de los que gobiernan con la miopía de los que juzgan. No solo están complicadas las cosas, sino que cambian a demasiada rapidez.