29 mar. 2024

Decisiones estratégicas

César Barreto Otazú, economista y directivo de Dende.

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Muchos de los pasajeros deben dejar pasar buses, debido a que las medidas sanitarias prohíben la aglomeración de personas en las unidades de transporte público.

Foto: Rodrigo Villamayor

Una charla sobre desafíos y estrategias de crecimiento económico me obligó a pensar las opciones para nuestro país, considerando el contexto, con sus oportunidades y condicionantes, nuestros recursos, la experiencia de las últimas décadas, las barreras que necesitamos derribar y las decisiones estratégicas que debemos tomar lo antes posible.

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La adecuada combinación de los recursos naturales, las materias primas, la disponibilidad de energía limpia y gente joven; han posibilitado a nuestro país un importante desarrollo agroindustrial en las últimas dos décadas, cuyo proceso de valor agregado puede potenciarse aún más en los próximos años. En paralelo, con la importación de componentes y su ensamblaje en nuestro país, se están desarrollando importantes sectores industriales como el de autopartes, motocicletas, plásticos, confecciones, químicos, etc.

Como somos un país pequeño, la inserción internacional y el acceso a los principales mercados del mundo son la clave para incrementar la inversión en estos sectores, y las decisiones estratégicas necesarias consisten en la profundización interna del Mercosur, combinada con una flexibilización para encarar negociaciones individuales o conjuntas de acuerdos comerciales según convenga a cada país; la aceleración de la puesta en vigencia del Acuerdo Mercosur – Unión Europea; y, el establecimiento de relaciones diplomáticas y un acuerdo comercial con China Continental para acceder al principal comprador mundial de commodities como soja, carne vacuna y porcina, celulosa, etc.

Por otro lado, los principales obstáculos para el crecimiento están relacionados a la mala calidad de servicios públicos como la educación, la salud, la infraestructura de transporte y logística, el transporte público, la velocidad del internet, la distribución eléctrica, las redes de agua y alcantarillado, la vivienda, etc. El déficit en estos servicios es una desventaja, pero al mismo tiempo constituye una oportunidad de inversión para la creación de empleo decente que beneficien a miles de compatriotas.

Las decisiones estratégicas en este punto tienen relación con el financiamiento de estas inversiones y de los gastos operacionales incrementales relacionados. El margen para endeudamiento público adicional, manteniendo la sostenibilidad fiscal, es muy pequeño luego de las deudas asumidas para enfrentar la pandemia del Covid-19 y debemos buscar otras opciones. Por suerte, se avecina un hecho fundamental: La revisión del Anexo C de la Itaipú Binacional, con la cancelación total de sus deudas y la desaparición de sus costos financieros. Dado que las tarifas de electricidad en nuestro país ya son hoy las más bajas en la región, lo más razonable es plantear al Brasil mantener la tarifa actual de Itaipú y crear una renta energética de alrededor de USD 1.000 millones anuales para cada país a ser destinada, en nuestro caso, a financiar inversiones en las áreas mencionadas.

Por otro lado, la educación y la salud requieren sufragar los gastos operacionales incrementales relacionados a la mejor calidad de los servicios. Sin embargo, los contribuyentes están hartos de pagar impuestos que terminan financiando una creciente nómina salarial pública, contratada sin concursos públicos de méritos y aptitudes en la mayoría de los casos. Esto requiere una discusión a fondo entre líderes de todos los sectores y tomar las decisiones estratégicas para mejorar la calidad y la eficiencia del gasto y de los servicios públicos como una nueva ley del servicio civil, otra de contrataciones públicas, así como reformas en el sistema de salud y la educación pública, etc.

Al mismo tiempo debemos encarar un ataque frontal a la evasión tributaria y realizar algunos ajustes impositivos para generar los recursos adicionales necesarios.

Nuestro país necesita retomar un ritmo de crecimiento económico suficiente para dar oportunidades a una creciente población joven más educada, así como para mejorar progresivamente los ingresos y las condiciones de vida de los trabajadores en la próxima década. Los líderes políticos, empresariales y sociales deberían dialogar, evaluar, alcanzar acuerdos y tomar las decisiones estratégicas que nos permitan avanzar, porque no hacerlo solo generará estancamiento y un paulatino empeoramiento de la situación social.

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