De qué nos serviría este homenaje en pleno siglo XXI, con una pandemia que se está robando muchas sonrisas de las mujeres del Paraguay y del mundo, quienes están siendo tan golpeadas en su salud y economía familiar. De qué nos serviría este recuerdo, ciertamente heroico de las mujeres del 70 de cuya impronta están hechas, formateadas, tantas actitudes valientes de mujeres compatriotas a lo largo de nuestra historia, pero que bajo un análisis superficial podría parecer ya falto de significado…
Lo cierto es que la enorme repercusión que sigue teniendo este día especial sirve de marco para celebrar la presencia de las mujeres hoy en todos diferentes espacios de la vida social de nuestro país y, si observamos con detenimiento, nos daremos cuenta de que es innegable que la mujer paraguaya sigue siendo hoy el gran custodio y salvaguarda de nuestra la cultura.
No es poca cosa e incluso es sorprendente este fenómeno porque no se da desde una iconografía inventada o construida por el progresismo actual, ni se da desde un formateo marketinero ligth, sino que es uno de esos aspectos de nuestra identidad nacional que se mantienen vivos y actualizados por personas de carne y hueso.
Lo comprobé una vez más al compartir anteayer un encuentro de premiación llamado Residentas, donde diez bellas personas recibieron una distinción por hacer presentes a esta generación las nobles características que destacaron siempre en las herederas de las Residentas del 70. Entre ellas, la Dra. Néstar Robledo de Stark, la Dra. Julia Rivarola (póstumo), la Lic. María Celia Frutos de Meyer, la Prof. Dra. Carmen Quintana, la Prof. Dra. María Elvira Martínez de Campos, la Dra. Lorena Fontclara; las paraguayas honoríficas Sor Candelas Camarero, Dra. Madeleine Genest y abogada Nereida Brumat. Y la también agasajada con mención especial internacional Dra. Lourdes Méndez, de España… Cada una de ellas con una trayectoria incuestionable en esa custodia de la cultura de la vida, del encuentro, del camino de la positividad en cualquier circunstancia, del servicio, de la lucha virtuosa por sus sueños e ideales. No estamos hablando de simples estampas de mujeres cuyos cabellos y rostro no son afectados ni por el viento, no, hablamos de mujeres reales, perseverantes, en cierto sentido irreverentes con el machismo y con el feminismo extremista que no han podido encasillarlas, someterlas, envenenarlas ni instrumentalizarlas.
Sé muy bien que podríamos llenar libros enteros con los nombres de nuestras abuelas, de tantas mujeres paraguayas que han dado muestra de fortaleza espiritual y corporal, carácter, tesón, y que nos han sabido transmitir una identidad cultural que apunta al bien común, que nos aleja y nos permite resistir a esas corrientes nihilistas que en todo ven destrucción y fealdad, sinsentido y desesperanza. Así no son las mujeres paraguayas, así no nos educaron. No podemos sino mirarlas y seguir sus pasos. Debemos resistir a la cultura líquida que batalla de la mano de los enjundiosos caballeros don dinero, don poder y don hedonismo para robarnos este tesoro llamado identidad cultural. Podemos y debemos mirarlas, escucharlas, percibir su verdad, su belleza, su aporte y, por supuesto honralas porque se merecen. Gracias y felicidades a todas las mujeres paraguayas.