Los cuatro, tres niños y su entrenador, formaban parte de la comunidad apátrida que generalmente reside en la porosa frontera que Tailandia guarda con sus vecinos Birmania, Camboya, Malasia y Laos.
“Al proporcionar a estos muchachos y su entrenador la ciudadanía, Tailandia les ha dado la oportunidad de soñar con un futuro mejor y alcanzar su máximo potencial (...) les allana el camino para que logren sus aspiraciones y participen como miembros plenos de la sociedad a la que pertenecen”, declaró Carol Batchelor, asesora especial del ACNUR sobre la comunidad apátrida.
El reconocimiento formal, que llega un mes después del mediático rescate, les garantiza el acceso a derechos y servicios básicos, como la libertad de movimiento, contraer matrimonio y acceso a la compra de una propiedad, entre otros.
“Las personas apátridas a menudo afrontan una vida llena de incertidumbres”, dijo Batchelor al alabar el “ejemplo positivo” realizado por Tailandia.
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Somsak Khanakham, jefe de distrito de Mae Sai -localidad de la norteña provincia de Chiang Rai y próxima a donde se encuentra la cueva-, entregó uno a uno durante una ceremonia el miércoles los documentos que acreditan la nacionalidad del cuarteto.
El representante dijo durante el acto, retransmitido por Facebook, que todos ellos cumplían los requisitos para obtener los documentos y que la garantía no tiene que ver con la mediática operación de salvamento.
Los 12 niños, de entre 11 y 16 años, y su tutor, de 26 años, se adentraron en la cueva Tham Luang, en la norteña provincia de Chiang Rai, durante una excursión el sábado 23 de junio tras completar un entrenamiento de fútbol cuando una súbita tormenta inundó el camino de salida de la gruta.
Tras nueve jornadas de búsqueda, una expedición formada por dos buceadores británicos localizó al grupo en un terreno seco a más de cuatro kilómetros de la entrada.
Los niños se encontraban débiles tras pasar varios días sin alimento y en los que sobrevivieron bebiendo el agua que se filtraba por las paredes de la cavidad.
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Los equipos de rescate trazaron un plan para que los menores recuperaran las fuerzas a la par que estudiaban la manera más segura de evacuarlos del interior de la montaña.
Durante las labores previas al rescate, en las que participaron más de 1.300 personas, perdió la vida el buzo voluntario Samar Gunan.