Sábado, 25 de Abril de 2009
En la tardecita del miércoles pasado recibí una llamada telefónica. Era alguien con acento rioplatense que me solicitaba una entrevista para una radio cuyo nombre no llegué a entender debido a algunas interferencias. Convencido de que se trataba de una emisora argentina, accedí. Instantes después estaba al aire. “Son las siete de la mañana del jueves 23 de abril...”. Este tipo está loco, pensé, hoy es miércoles. "...desde Sydney, Australia, este es el noticiero matinal en español que hoy enfoca la insólita situación que se está viviendo en Paraguay”.
Con un castellano neutro, el conductor explicó brevemente dónde quedaba nuestro país, hizo un prolijo informe sobre el escándalo del que todos hablamos y anunció que estaba en contacto con un “analista” local.
Maldiciendo interiormente esa palabreja que abomino, me preguntaba por qué solo noticias paraguayas de este tipo aparecen en la prensa de las antípodas.
-¿Caerá el Gobierno luego de que al presidente le hayan surgido dos hijos?
-Son tres- contesté, corrigiendo la desactualización.
-¡Tres! Supongo que las encuestas estarán demostrando una gran pérdida de popularidad del presidente Lugo...
-En realidad, solo se publicaron las que se hicieron luego de la aparición del primer hijo. Mostraban una moderada caída de la confianza popular. Luego, ya no hubo tiempo de actualizarlas, pues apareció un hijo tras otro.
-Pero entonces caerá el Gobierno- exclamó, obsesivo.
-No precisamente. Entre la polémica que nos tiene a todos boquiabiertos y una crisis política terminal hay todavía un buen trecho.
-¿Y cuántos hijos soporta el Gobierno antes de que ocurra esa crisis política terminal?
La pregunta me pareció impertinente, pues cómo podía pretender que yo adivine semejante cosa...
-Nadie puede saberlo- dije. En la historia universal no hay ejemplos de algo similar. Lo que le puedo decir es que el escándalo ya invadió el ámbito político, pero todavía no se habla en serio de impeachment. No creo que ocurra, pero si llegamos a eso sería grave, pues estaríamos en las puertas de un caos político.
-¿Y qué piensa la gente?- insistió.
-Depende. Los opositores a Lugo están felices como perro con dos colas. Los que lo apoyaron, desmoralizados. Es que lo de Lugo es medio indefendible. Pero, criticarlo sin piedad es hacerle el juego a lo más retardatario que hay en este país y reventar un proceso de cambios esperanzadores que recién está comenzando. Eso explica tantos silencios incómodos.
-¿Qué cree usted que sucederá?, preguntó el australiano, algo decepcionado.
-Pues que Lugo deberá intentar recuperar credibilidad sabiendo que la gente le tendrá mucho menos paciencia. Debe asumir responsabilidades, recomponer la alianza política y ponerse a gobernar. Debe dar por cerrado este asunto. Para ello debe terminar el culebrón de hijos. Si hay más, que lo aclare ahora.
-¿Habrá más?- preguntó, divertido, el australiano.
-No tengo idea- dije, abrumado
-Será cuestión de esperar, entonces. ¿Le parece que lo vuelva a llamar en dos hijos?
Me despedí pensando en lo espantoso que es el humor australiano. Y con una pregunta atragantada: en realidad, ¿cuántos hijos soporta un gobierno?