Los doctores Ugur Sahin y Özlem Türeci, el matrimonio de científicos turcos que desarrolló en Alemania la primera vacuna en ser autorizada e inyectada hace diez meses en Europa para combatir el Covid-19, contaron con un equipo que trabajó día y noche para conseguir en un tiempo récord hacer posible lo imposible.
“Ahora nos damos cuenta de que era casi imposible, pero hemos hecho posible lo imposible”, ha señalado Sahin, que junto a su esposa fundó en 2008 en Alemania BioNTech, empresa con la que consiguieron desarrollar su vacuna, comercializada junto al gigante farmacéutico norteamericano Pfizer, y con la que están desarrollando también terapias basadas en el ARN mensajero para el tratamiento de tumores.
GALARDÓN. Ambos se encuentran en Oviedo, en el norte de España, donde recibieron junto a otros cinco científicos que propiciaron en un tiempo récord el desarrollo de las primeras vacunas para hacer frente a una pandemia mundial el Premio Princesa de Asturias de Investigación Científica y Técnica, de manos del rey Felipe VI.
En el escenario estuvieron junto a la vacunóloga Sarah Gilbert, los biólogos Derric Rossi y Katalin Karikó, el inmunólogo Drew Weissman, el bioquímico Philip Felgner, impulsores de las vacunas comercializadas por Pfizer, Moderna y AstraZeneca, que fueron las primeras en ver la luz y las que más se han inoculado.
La vacuna desarrollada por Sahin (1965) y Türeci (1967), comercializada con el nombre de Comirnaty por Pfizer/BioNTech, es la que más ha sido usada en España y el resto de la Unión Europea y, al igual que la de Moderna, está basada en el ARN mensajero ya que provoca la respuesta inmunitaria a partir de una proteína modificada, en vez de basarse en virus atenuados, como hacen las tradicionales.
Más de treinta años de investigaciones culminaron con el desarrollo de una vacuna “que no cayó del vacío”, ha asegurado Türeci.
Tres meses de trabajo necesitaron para iniciar los estudios clínicos desde que iniciaron la misión en 2020 para poder contar con una vacuna en el menor tiempo posible.
“Tener esa responsabilidad ha sido grande, pero nos ha dado la oportunidad de conseguir una concentración extraordinaria y un éxito increíble”, ha resaltado este investigador nacido en Turquía y formado en Alemania, donde conoció a su mujer, también de origen turco, y con la que ha compartido décadas de investigación.
Para ella, haber desarrollado esta vacuna no sólo es motivo de felicidad por hacer dado con ella una respuesta a la pandemia, sino también porque han podido demostrar que la ciencia puede ayudar a superar crisis mundiales como la provocada por este nuevo coronavirus con sus distintas variantes y mutaciones.