20 abr. 2024

Covid-19

Carlos G. Fernández Valdovinos

Rentabilidad.  El BCP, presidido por Carlos Fernández Valdovinos, busca obtener mayor rentabilidad con las reservas.

Rentabilidad. El BCP, presidido por Carlos Fernández Valdovinos, busca obtener mayor rentabilidad con las reservas.

El crecimiento de la economía mundial en 2019 fue el más bajo desde la gran crisis financiera global ocurrida una década atrás. Como señalado por el FMI, el mundo enfrentó ese año una desaceleración sincronizada, donde casi 90% del mundo registró un crecimiento económico menor al observado el año anterior. La incertidumbre en torno a las políticas comerciales, las tensiones geopolíticas y la agudización del descontento social impusieron significativos lastres a la actividad económica mundial, en especial a la manufactura y el comercio. El resultado: Un aumento del PIB que alcanzó apenas un mediocre 2,9%.

Pese a los vientos en contra, hacia finales del año surgieron algunas señales de que el crecimiento mundial podría haber llegado a un punto de inflexión. Fundamental para esta nueva dinámica fue la distensión de la política monetaria que muchos países implementaron en ese periodo, cuyos efectos rezagados se esperaba apuntalen la actividad económica inclusive en 2020. Las proyecciones de enero del FMI indicaban que el mundo crecería en 3,3% en 2020 y 3,4% en 2021, un incremento respecto a lo observado el año anterior. Adicionalmente, las noticias favorables acerca de las relaciones económicas entre Estados Unidos y China y el alejamiento de los temores de un brexit duro estimulaban la confianza de inversionistas y consumidores.

Sin embargo, las cosas cambiaron radicalmente en pocas semanas. La reciente propagación del Covid-19 por el mundo se ha convertido en una seria amenaza para la proyectada recuperación de la producción global. Así, después de la guerra comercial de Trump, la crisis sanitaria que empezó en China elevó las probabilidades de que el mundo enfrente nuevamente una desaceleración sincronizada. El avance del virus por fuera de dicho país asiático provocó fuertes caídas en las bolsas de valores, ante el creciente temor de los inversionistas de que la epidemia suponga un riesgo importante (y por encima de lo inicialmente proyectado) para la economía mundial.

Desde el punto de vista económico se están observando algunos eventos sin precedentes. China, la mayor economía industrial del mundo, se frenó abruptamente debido a las medidas tomadas por Pekín para contener la propagación del virus. Fueron medidas necesarias pero que perturbaron el transporte, el intercambio comercial y que obligaron a muchas empresas a cerrar su producción. En consecuencia, la actividad manufacturera se contrajo en febrero hasta su nivel más bajo observado. El índice de gestores de compras (PMI, por sus siglas en inglés) descendió en un mes 14,3 puntos para situarse en solo 35,7, un mínimo histórico. En el PMI cualquier nivel por debajo de 50,0 significa contracción en el sector. El nivel más bajo registrado anteriormente era de 38,8 en noviembre de 2008, luego de estallar la crisis financiera global.

Pero los efectos negativos no quedaron contenidos dentro de la considerada “fábrica del mundo”. El brote de coronavirus en China generó volatilidades que sacudieron los mercados mundiales de materias primas. En consecuencia, los precios de estas colapsaron desde sus picos a comienzos de año: Petróleo (-35%), hierro (-16%), cobre (-13%), soja (-9%), maíz (-7%). En la región, la presión devaluatoria de las monedas locales se hizo fuerte en aquellos países exportadores de estos productos y para quienes China es un mercado principal. Por ejemplo, la cotización del dólar americano frente al real brasileño se ha incrementado un 15% desde inicios de 2020. Al mismo tiempo, las perspectivas económicas del país vecino han perdido brillo y analistas esperan ahora que el PIB se expanda menos del 2% este año.

Igualmente, la crisis sanitaria interrumpió las redes de suministro que actúan como un pilar que sostiene la economía global. La perturbación de las cadenas de abastecimiento, especialmente aquellas que pasan por Asia, está perjudicando a las empresas en múltiples dimensiones. Países como China, Corea del Sur y Japón son críticos para las redes de suministro de productos que van desde juguetes de plástico hasta iPhones y maquinaria de alta tecnología. En estos países, los fabricantes no pueden entregar las materias primas de manera confiable, enfrentan escasez de trabajadores y tienen dificultades para enviar productos. En consecuencia, el comercio internacional se ha resentido y amenaza el crecimiento mundial. El índice de referencia del transporte marítimo (BDI, Baltic Dry Index) está haciendo sonar la alarma. Alcanzó su punto más bajo en tres años y, como referencia, el mismo ha bajado fuertemente durante todas las recesiones globales anteriores.

El FMI ya advirtió que la epidemia reduciría el crecimiento mundial en torno a 0,1 puntos porcentuales y limitaría el crecimiento de China al 5,6% este año. La OCDE es incluso más pesimista: Proyecta que la reducción en el crecimiento global alcanzaría 0,5 puntos porcentuales y que el gigante asiático crecería por debajo del 5%. Las autoridades de algunas economías ya han comenzado a actuar. La Reserva Federal ha sido el primer banco central de una economía avanzada en reaccionar en consecuencia, reduciendo en 50 puntos básicos su tasa de referencia. En su comunicado, la autoridad monetaria expresa claramente que “el coronavirus plantea riesgos crecientes para la actividad económica”.

Por todo lo expuesto, mismo con la elevada incertidumbre que existe todavía sobre la enfermedad, queda claro que es difícil exagerar la gravedad económica de la nueva epidemia. A pesar de los fuertes fundamentos macroeconómicos con que cuenta Paraguay, seríamos muy ingenuos si pensamos que permaneceremos “inmunes” a estos desarrollos. Por ejemplo, los menores precios de productos agrícolas atenúan los efectos positivos de una cosecha que podría llegar a ser la de mayor producción histórica para ciertos rubros. En cuanto a los productos en los que China es proveedor (textiles, electrodomésticos), los efectos se observan a través de un retraso en los envíos que comienza a dificultar el comercio de triangulación en frontera. Otro sector afectado localmente es el de las farmacéuticas, ya que las importaciones de insumos chinos para la fabricación de medicamentos están sufriendo atrasos en la provisión. Con la aparición del primer caso en el país, no demorará mucho para que el sector servicio sea impactado (restaurantes, turismo, shoppings) en la medida en que la población vaya evitando lugares de mucha concurrencia.

El “rebote técnico” del PIB por la mayor producción de soja y energía garantiza un mejor resultado económico en 2020. Pero las perspectivas de corto plazo, que pintaban excelentes, fueron golpeadas por el Covid-19. Tenemos el lujo de contar con espacio para implementar políticas contra cíclicas para amortiguar este impacto. Pero no debemos caer en errores del pasado reciente, ignorando o minimizando la coyuntura que se viene. Con la globalización de hoy y con mercados altamente integrados, estos fenómenos tienen un apreciable costo económico a nivel mundial, regional y, lógicamente, local. En salud como en economía, siempre es mejor prevenir que curar. ¡A lavarse bien las manos!

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