Uno de los sinónimos de la palabra corrupción, tal vez la menos usada, es la que la define como igual a: “Echar a perder”. Un incompetente, un bueno pero incapaz, un temeroso a perder a cargo se convierte en un corrupto cuyo efecto viral es inmediatamente percibido por sus cercanos que se echan una merienda, almuerzo y cena con los recursos de todos. Son tan inútiles que solo la prensa de vez en cuando y solo con entrar al portal de contrataciones encuentra sin mucho esfuerzo las sobrefacturaciones de lápices hasta computadoras y desde tomógrafos hasta construcción de carreteras y puentes. Recuerdo un viaje hacia Villarrica desde Coronel Oviedo cuando le pregunté a mi contertulio de quien era esa moderna edificación en medio de la nada, me contestó que eso se llama: “Estancia la banquina”. Le inquirí por qué y me dijo porque se compró, se montó, se cargó de animales con esta ruta que no tiene banquina pero por la cual pagaron los contribuyentes. Así podríamos encontrar mansiones con el adjetivo de empedrados, puentes, respiradores, barbijos y todo lo que el Estado compra y contrata por más de 4 mil millones de dólares anuales. Una cifra que con solo aplicar el 20% de coimas hace una fortuna corrupta de casi mil millones de dólares al año. Este es el gran combustible que mueve a la política paraguaya. Con esto se hace el “trato apu’a” cada vez que hay comicios. La campaña electoral más cara estuvo por 40 millones de dólares y las ganancias por alcanzar el poder pagan 8 mil millones de dólares en 5 años.
El costo sin embargo que no se ve es para el contribuyente empobrecido que sin hospitales, escuelas, caminos y endeudado por varias generaciones padece diariamente la corrupción del Estado debido a su condición de ladrón consuetudinario que debe endeudarnos para pagar a su legión de funcionarios y realizar las obras que podrían ser hechas sin créditos solo si se dejaba de robar. El ministro de Salud puede no estar en el robo directo pero es un corrupto desde el momento que “ha echado a perder” la oportunidad de hacer un Ministerio ordenado, serio y comprometido con la sociedad.
La dirección de contrataciones debería ser intervenida por ciega, sorda y muda aunque dudo mucho que en el Ministerio de Salud encuentre cura. Las demás reparticiones también deben ser sujetas del mismo rigor porque siguen con el mismo libreto y actores para desgracia de los contribuyentes. Hasta ahora las contrataciones solo han servido para robustecer las finanzas de los sinvergüenzas y delincuentes pero han empobrecido y matado a miles de paraguayos. Este es un crimen sin igual y tiene que acabar.