El ministro de Salud, Julio Mazzoleni, en lugar de informar sobre la aceptación de su renuncia con un escueto posteo en Twitter, sin más explicaciones, debió haberlo destituido directamente y remitir los antecedentes del caso ante el Ministerio Público y solicitar la apertura de un proceso judicial. No hacerlo es dar una imagen de permisividad, impunidad y complicidad entre los amigos del poder, que se suma a otros casos similares, mientras se castiga con rigor a la gente común.
Entre algunos de los hechos más recordados está el caso del empresario Karim Salum, del entorno del ex presidente Horacio Cartes, a quien se separó preferencialmente de los demás pasajeros a la llegada de un vuelo humanitario desde el extranjero y se le permitió ir directamente a su casa, mientras el resto debió ir a cumplir la cuarentena en albergues. Solo tras las críticas de la ciudadanía hubo una intervención y se corrigió el privilegio, pero el caso se diluyó sin mayores consecuencias.
Otros casos sonados fueron los de posibilitar el acceso directo mediante un protocolo especial al ex presidente argentino Mauricio Macri para una entrevista privada con el ex presidente Cartes, en actos de recibimiento en los que no se utilizaron tapabocas ni se cumplieron otras normas sanitarias, y el más reciente caso del casamiento de la hija de Cartes, en donde según denuncias también se incumplieron las medidas dispuestas en la ley y en decretos del Gobierno, pero ni el Ministerio de Salud, ni la Fiscalía, ni la Policía se atrevieron a intervenir y controlar.
El caso del doctor Portillo es aún más grave, ya que se trata de quien en ese momento ejercía como viceministro de Salud, alguien que debía dar ejemplo y mostrar pautas de comportamiento a la población. Al exhibir una actitud abiertamente violatoria de las normas que él exigía respetar, se está mostrando de nuevo que en este país la ley rige para los ciudadanos comunes, pero no para los integrantes del poder. La tibia, condescendiente y cómplice actitud asumida por su superior, el ministro Mazzoleni, refuerza aún más esa imagen de abierta complicidad. ¿Con qué autoridad se va a seguir reclamando a la ciudadanía que cumpla las normas sanitarias, cuando las propias autoridades las violan y son perdonadas por hacerlo?
En el riesgoso y grave contexto de aumento de contagios de Covid-19 y del número de fallecimientos como consecuencia, es hora de que se hagan cambios, no solo de las personas, sino principalmente en la forma de conducir el país, antes que la ciudadanía exprese su hartazgo de una manera más radical.