23 abr. 2024

Carta al corazón de un padre

Se te pide hoy más que nunca mostrar tus sentimientos, tus emociones, tus inclinaciones, tu sensibilidad, corazón de padre.

De cierta manera, el mundo está cambiando con brusquedad aquel anhelo de representarte como el noble roble, la persistente virtud y la quietud armoniosa en una tarde de otoño.

Escriben grafitis ofensivos sobre tu imagen y te amenazan. Muchas veces se te exigen una ética y una lógica que fragmenta en pedacitos esa imagen en este tiempo. Hasta el punto de llevarnos al límite de la pregunta y el anhelo sobre “¿quién eres tú?”.

Algunas radicales marchan y gritan con violenta persistencia, y otros se empecinan en llevarte encadenado al tribunal del olvido para que desaparezcas de la visión de tus hijos. Porque desconfían de tu honestidad, desconfían de tus intervenciones genuinas para el bien común. Generalizan, “uno es todos” para esos agentes de cambio que pretenden gobernar y manipular masas sin ti. Están en plan de guerra contra tu imagen, la cual tienen muy distorsionada en ellas. Pero a los que lastiman en su afán de justicia es a esos hombres de carne en el que tú lates, es a esas personas concretas, con luces y sombras, en las que tú buscas ensancharte para amar de verdad.

¿No es acaso tu deseo de plenitud, tan humano y perfectible como el de los otros corazones humanos?

Desde la política te alejan cada vez más del eje de las “garantías” y te cambian por las “autonomías”, las “autoconstrucciones” y los “enfoques” errados, pero en el fondo te alejan alejándose también ellos de la inteligencia, de la voluntad, de la belleza y de la libertad de tus hijos. Te quieren borrar de la parte buena de la historia de tu nación, del futuro esperanzador de los sueños compartidos. De los planes y también de la realidad. Y terminan haciendo mucho daño.

Corazón de padre, y, sin embargo, a pesar de negarlo, en realidad te buscan con ansiedad. En el mundo, los hijos, que ensayan consuelos baratos en droga y pornografía, te buscan; los soberbios que tapan con grandilocuencia y pompas tu ausencia infinita, te buscan; tus hijas que crecieron sin tu calor hogareño y sereno, te buscan; tu familia te busca; la historia te busca. Corazón de padre, ¿dónde te escondes hoy?

No bastan los sucedáneos, los emplastos, las curitas del alma. No bastan las canciones tristes ni la poesía, ni el vino bajo la luna, no bastan las pancartas, no basta la cultura de la cancelación. Porque cuando tú, corazón de padre, no te haces manifiesto en los gestos de padres concretos, de carne y hueso, que aman a sus hijos, que protegen a sus hijos, que educan a sus hijos, que luchan por sus hijos, que les transmiten confianza a sus hijos, que entienden a sus hijos, que rezan por sus hijos, que perdonan y saben rectificar… el mundo se oscurece y se enfría.

Corazón de padre, ¿no te das cuenta de que ninguna bandera, ni eslogan, ni éxito furibundo, ni dinero, ni estatus, pueden reemplazar tu latido generoso y tu amor desinteresado en el alma de tus hijos y en la memoria viva de la comunidad?

Si no estás, si no apareces, ¡dueles!, atemorizas si estás lejos, te desvaneces como un fantasma que genera inseguridad. Y con esta plaga viene la violencia, el sinsentido, la huida y la alienación. Porque el miedo es la raíz de muchas expresiones de violencia en este mundo.

Corazón de padre, es junio y se te recuerda como una bendición, eres presencia buena para los que te experimentan y te veneran con cariño. Sin embargo, ya no basta un día especial para pensarte. Regresa con toda tu virtud al Paraguay profundo, corazón de padre, y sana lo que tu ausencia o tu cobardía o tu distracción está provocando en esta generación. Es tu deber y tu destino.

Y si ya te ha llevado la vida a esa plenitud que trasciende el tiempo, corazón de padre, sigue inspirando en tus hijos el deseo de ser dignos hombres y mujeres de esta honorable tierra bendita que es el Paraguay.

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