10 may. 2024

Cambiar los aspectos negativos del teko

Miriam Morán

Me dispara la furia leer y escuchar las informaciones sobre el dengue. Los mismos títulos de cada año, las muertes de cada año, las recomendaciones de cada año, las quejas y acusaciones de cada año, la irresponsabilidad de siempre. Es decir, se repite la historia sin un ápice de cambio en la conducta de los paraguayos.

Unas 1.700 personas por semana consultan en los centros médicos con síntomas de dengue. En el primer mes del año ya se maneja la cifra de 4 muertos. Hasta ministros salen a limpiar AHORA los criaderos del mosquito transmisor. Y todos tuvimos un año para hacerlo consuetudinariamente, pero recién ahora con el Aedes recontra empoderado intentamos derrotarlo. Parece que la prevención no es parte de la esencia del paraguayo, o, al menos, de la mayoría.

Lo mismo ocurre con relación a los feminicidios. Ante cada nuevo caso hierven las redes condenando a los victimarios, reclamando justicia, gritando en contra del machismo. Mientras la prensa repite las señales de alerta para reconocer riesgos que pueden desencadenar un feminicidio y alienta a las personas a denunciar la violencia contra las mujeres (137, SOS Mujer). Sin embargo, en 2019 hubo unos 46 feminicidios y, si bien es menor a los 57 reportados el año anterior, demuestra que el problema sigue afianzado en la estructura social.

En Uruguay, el Gobierno firmó recientemente una resolución que declara el estado de emergencia nacional en materia de violencia contra la mujer porque las políticas que venía aplicando no fueron suficientes. Ampliarán el programa de tobilleras electrónicas, difundirán medidas de seguridad para que las mujeres protejan su vida, ofrecerán cursos virtuales a educadores que contribuyan a cambiar pautas socioculturales y en las cárceles aplicarán programas de intervención para varones que ejercieron violencia sobre las mujeres.

En Paraguay nos seguimos quedando en el repudio y en programas esporádicos de prevención, no pasamos a una política pública, a las acciones concretas, masivas y sostenidas para disminuir la violencia hacia las mujeres y el abuso de menores de edad. Y así no se puede esperar resultados diferentes.

Podemos seguir citando experiencias dolorosas y vergonzosas que como sociedad no hemos sido capaces de superar y nos tiene estancados en un pozo de inoperancia gubernamental, municipal y apatía ciudadana. Los signos culturales perjudiciales siguen intactos, sin mejoría, con fiebre alta y grandes posibilidades de mayor deterioro. El mosquito de la indiferencia e insensibilidad se empodera cada vez más y transmite su virus a mansalva.

Si no se imponen políticas públicas razonables y se logra el respaldo ciudadano para trabajar el comportamiento de la gente, todo seguirá igual. Si no se involucra a las organizaciones civiles, las iglesias y los gremios en la construcción de una sociedad respetuosa, solidaria y civilizada los titulares seguirán repitiéndose año a año. El Aedes continuará con su ataque mortal, las mujeres seguirán siendo asesinadas por sus parejas o ex parejas… En fin, la historia se repetirá irremediablemente cada vez con mayor virulencia.

No podemos pensar que haciendo siempre lo mismo lograremos un cambio. Y alcanzar ese cambio requiere de una articulación público-privada que tenga como visión esa nueva sociedad. Y sobre todo, de una ciudadanía movilizada, porque está comprobado que los políticos piensan en el país solo bajo presión ciudadana (ahora solo están pensando en las próximas elecciones municipales, para variar).

En Paraguay se pueden cambiar los aspectos negativos del teko, aquellos que no nos permiten prevenir, que nos impulsan a la desidia, al desinterés, a la apatía. Lo demostró don Feliciano Martínez, que siendo intendente de Atyrá convirtió no solo a su ciudad en la más limpia del país, sino a sus ciudadanos en los más responsables y limpios.

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