Es lo que necesitarán los países europeos en este invierno, dónde la calefacción será vital. De eso dependerá el devenir del conflicto en Ucrania, que tiene otros factores gravitantes en juego. La guerra ha relanzado la cuasi moribunda OTAN, puesto a jugar un rol más activo a la UE y por sobre todo resolver para los productores de petróleo, entre ellos EEUU, de sus grandes pérdidas en pandemia. La gente lo padece, pero eso es una cuestión secundaria en el juego de los intereses que rodean a cualquier conflicto.
Estuve esta semana en cinco países de una Europa que busca culpables hasta bajo las piedras a una cuestión insostenible para la que no surgen opciones que no sean muy costosas. Lo último es lo actual con el racionamiento de combustible, el llamado al fin de la prosperidad –como si esa fuera la única lógica tras el fin de la Segunda Guerra Mundial– y por sobre todo una postración ante rusos y americanos en un conflicto que trae recuerdos de la “Guerra Fría” con todos sus bemoles. La renuncia de la primera ministra británica hace parecer a su país a Italia, dónde gana la derecha con un discurso que descoloca la posición de la UE. El calor de los debates sin solución profundiza la crisis y aleja del terreno las soluciones fáciles. La cuestión medioambiental cede ante la necesidad de lograr una independencia del gas ruso. Incluso la reapertura de las poluentes minas de carbón y la siempre temida energía nuclear no se desechan.
La cuestión por aquí pasa por sobrevivir. Putin tampoco la tiene fácil. Ucrania no fue un paseo y sostener los territorios conquistados puede acabar siendo una grave pesadilla. El tamaño del conflicto ha excedido en mucho su plan original. No tiene espacio de maniobra fácil y la temperatura sube en su entorno más cercano. La solución rusa a estas cuestiones están en su historia llena de crímenes o envenenamientos. En el Kremlin también hace calor aún ante el cercano invierno que padecerán todos. Los jóvenes rusos se resisten a ser reclutados y morir por una causa que es más de Putin que la de ellos.
El mercado de la carne con la intermediación de Moscú afectará a los productores locales, que deberán moverse mucho más que pidiéndoles cupo a los taiwaneses.
La cuestión está lejos de resolverse con un final milagroso. La crisis está siendo conducida por la lógica del conflicto y desde ahí habría que buscar entender las soluciones emergentes. Mientras tanto, el mundo padece inflación, altos costos de la energía e inestabilidad. Se han ido los tiempos de la normalidad. Hace mucho calor en los despachos del poder mundial y nadie sabe a ciencia cierta la capacidad de aguante que tendremos todos. Sí, porque a todos nos toca lo que pasa, aunque quede lejos el conflicto que lo causa.