Por Carolina Cuenca
Esta semana dos nombres han resonado con fuerza en nuestros medios informativos. El primero es Julian Assange. ¿Su “mérito”? destapar la hermética olla de los servicios de inteligencia de EEUU, dando a luz 250.000 cables diplomáticos de funcionarios de EEUU en embajadas de todo el mundo. Es la filtración más grande de la historia. Y todo gracias a una rara y explosiva combinación de tecnología, colaboradores comprometidos, persistente desconfianza en el sistema y un inmenso deseo de protagonismo.
A su casa virtual WikiLeaks acuden millones de personas en busca de una respuesta sobre el orden mundial, quizás motivados por la tenue esperanza de que alguien puede enfrentar al sistema de poder y dominio en nombre de los simples ciudadanos del planeta.
El segundo nombre es el de la Virgen de Caacupé, a cuya casa del cerro acuden también esperanzados cientos de miles de personas de toda condición.
En tierras adentro, la Virgen azul resulta aún más enigmática y poderosa que Assange. ¿Su mérito? Una efectivísima combinación de fe, tradición, colaboradores anónimos, persistente confianza y -¡oh, coincidencia!- un gran deseo de protagonismo.
Y es que ser parte de la historia en primera persona es un deseo tan antiguo como humano. Podríamos ver la vida desde el televisor o desde los informes oficiales, pero algo nos empuja a buscar ese “algo más”, aún a costa de riesgos. Y esto no es una especulación metafísica, es un dato comprobable tanto en Paraguay, como en el Pentágono y en la Australia natal de Julian.
El deseo de encontrar y poseer la verdad de las cosas es un poderoso imán que atrae y compromete nuestra libertad. Por supuesto, existe un lado peligroso en dejarse llevar por este deseo: perderse en el camino, errar en el método de búsqueda, traicionar la propia conciencia o tergiversar lo hallado.
Assange afirmó en una entrevista que su punto de partida es: “No creas a nadie. Te estarán mintiendo”. Es el mismo principio de los agentes de seguridad de EEUU a quienes denuncia. Vista así, la vida parece oscura y trágica. La fe propone todo lo contrario. La vida como drama, pero con un destino positivo.
La esperanza no está puesta en un quizás, sino en una certeza.
Todavía no sabemos si los informes de Julian revelarán algo más interesante sobre Paraguay que la Triple Frontera o el ADN del presidente, pero nadie puede negar que si desean indagar sobre el espíritu genuino y sencillo del pueblo, la Virgen de Caacupé no puede estar ausente en el informe de WikiLeaks.