Valenzuela siguió diciendo: “Necesitamos del Espíritu de la verdad que nos defienda y que es necesario a todos, pero de manera especial a los que tienen alguna autoridad y responsabilidad en la sociedad y podamos creer en la eficacia humanizadora de la verdad y nos empeñemos todos en una búsqueda afanosa, de honradez y sinceridad social”.
“Mis queridos hermanos, cuántas veces acudimos a otras fuentes para salvarnos como, por ejemplo, la riqueza, el poder, placeres, las distracciones mundanas y miles de pequeñas cosas insignificantes; o mendigamos consuelos humanos que no consuelan el alma y el corazón, sino que a veces nos producen más heridas y vacío. Vida que a veces se nos presenta cruel, tan sinsentido, tan injusta como lo experimentamos en este momento del coronavirus”, dijo.
El prelado agregó que “cuánta gente ha quedado sin trabajo, sin casa, cuánta gente ha quedado fuera de sus cargos, cuántas escuelas están amenazadas con cerrarse, colegios también. Qué hermoso sería que después de llenarnos del consuelo de Dios en la oración, seamos también nosotros esos paráclitos para nuestros hermanos, y que sepamos aliviar la aflicción de tantos compatriotas que desean volver a su país, angustiados, afligidos en el exterior y buscando forma de querer venir. La violencia y la injusticia necesitan siempre de la mentira para asegurarse una cierta respetabilidad en la opinión de la sociedad. Pero, la mentira no construye nada digno de verdadero respeto. No se puede. Uno de los grandes engaños en el que caemos constantemente nosotros los hombres, es pensar que con tal de lograr un objetivo, que puede ser legítimo y positivo, utilicemos cualquier arma, maña para conseguirlo”, sentenció monseñor Valenzuela. DB