El primer paso para la mutua expulsión de embajadores lo dio el Gobierno de Daniel Ortega, que ordenó abandonar el país al embajador brasileño en Nicaragua, Breno Souza da Costa, por su ausencia, el pasado 19 de julio, en los actos conmemorativos del 45 aniversario de la revolución sandinista.
Brasilia pagó con la misma moneda y este jueves expulsó a la embajadora nicaragüense, Fulvia Castro, en aplicación del “principio de reciprocidad” que rige en las relaciones diplomáticas, frente a una medida que fuentes consultadas por EFE consideraron “injustificada”.
RELACIÓN DETERIORADA. Según las mismas fuentes, la ausencia del embajador en los actos del 19 de julio no fue más que una “excusa” para esconder el claro deterioro de la relación entre Ortega y el presidente brasileño, Lula da Silva, muy estrecha en una época que ya pasó.
Las relaciones entre Lula y Ortega fueron fraternales, pero tomaron otro rumbo sobre todo desde el año pasado, después de que el papa Francisco le pidió al líder brasileño que abogara por un obispo preso en Nicaragua.
“Conversé con el papa y él me pidió que conversara con Ortega...”, dijo Lula el mes pasado. “Lo concreto es que Ortega no me atendió el teléfono y no quiso hablar conmigo. Entonces, nunca más hablé con él”, reveló. EFE