EFE
El campo de batalla en que Bélgica se convirtió durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918) se ha recreado con la exposición organizada por el Museo Real del Ejército y de la Historia Militar de la capital europea bajo el título “14-18, nuestra historia”.
“Tenemos que recordar cómo fue el primer conflicto mundial, a sus víctimas civiles y militares y a todos los que escribieron una página de nuestra historia”, valoró el director general del museo, Dominique Hanson.
“Bélgica fue el único país que fue completamente ocupado o zona de combate durante cuatro años”, dijeron los organizadores de la muestra, al tiempo que explicaron que “la ocupación belga tuvo una importancia crucial y fue un anuncio de lo que ocurriría a mayor escala durante la Segunda Guerra Mundial” (1939-1945).
En agosto de 1914, Bélgica negó el paso por su territorio a las tropas alemanas, lo que determinó el curso de esa contienda e hizo del país, en medio de dos potencias enfrentadas, Francia y Alemania, una trinchera permanente y un Estado ocupado.
La batalla de Lieja, los ataques con gas de Ypres o la resistencia del sur se recuerdan en esta exposición, que marca el inicio de las conmemoraciones del centenario del conflicto en este país.
Las fieles recreaciones de escenarios de la contienda son uno de los aspectos más llamativos de la cita y permiten al visitante conocer la soledad de una prisión o atravesar una trinchera de la batalla del Yser, un símbolo del imaginario nacional, y observar el campo de batalla a través de periscopios.
“Bélgica fue el teatro de un conflicto durante cuatro años que se cobró un precio muy alto, especialmente entre la población civil”, dijo el ministro de Defensa belga, Pieter De Crem, al presentar la muestra, que tiene sus puertas abiertas hasta abril de 2015.
El visitante también puede sumergirse en otros escenarios, como una cantina ambientada en este período histórico, en la que se proyectan películas humorísticas de la época rescatadas del fondo fílmico del museo.
Muchos de estos archivos “son documentos olvidados, a menudo excepcionales”, señalaron los organizadores en un comunicado, que subrayaron la singularidad de los testimonios de combatientes.
Durante el recorrido, una decena de grabaciones “a veces horribles, pero siempre emocionantes” ofrecen más información al visitante, como la carta de un preso a punto de ser ejecutado a su mujer, informó la organización.
La muestra exhibe algunos prototipos de vehículos blindados y tanques, que se usaron por primera vez en la Gran Guerra y una gran colección de armas, de las que destaca una pistola semiautomática manufacturada en la fábrica belga de Herstal igual a la usada por Gavrilo Princip, el estudiante que asesinó al archiduque austrohúngaro Francisco Fernando en Sarajevo.
También se expone el mobiliario del káiser Guillermo II, que instaló su cuartel general en la ciudad termal de Spa durante la ocupación de Bélgica hasta la firma del armisticio en 1918.
“Los soldados alemanes pisaron la Grand-Place, su Estado Mayor se instaló en el ayuntamiento, izó la bandera imperial y convirtió a Bruselas en la única gran ciudad europea ocupada durante los cuatro años que duró el conflicto”, recordó el presidente de la región capitalina, Rudi Vervoort.
La exposición, que cuenta con la participación del Museo de Europa de Bruselas, reserva una parte del recorrido a la vida cotidiana en el país durante esos años y recrea una tienda con productos de primera necesidad.
“La población sufrió muchísimo, y los niños belgas fueron objeto de numerosas colectas internacionales para evitar su desnutrición”, señaló Sandrine Smets, una de las comisarias de la muestra.
“Aunque se tuviera dinero, no había dónde gastarlo”, añadió la experta, que enfrentó esa imagen a la de la Europa triunfante de unos años antes, retratada en la muestra, cuando las monarquías continentales gobernaban y había grandes desarrollos científicos.
Por otra parte, decenas de uniformes de los ejércitos beligerantes se suceden a lo largo de las salas del museo en un reflejo no solo del horror vivido en Bélgica, donde murieron miles de jóvenes europeos, sino de la rápida evolución de la indumentaria militar.
Otros museos, como el Huis Doorn de Utrecht (Holanda), han colaborado en recorridos concretos de la exposición, como el que retrata el destino cruzado de los monarcas belga y alemán a través de varias de sus pertenencias.
“Alberto, el rey caballero, se convirtió en un icono, mientras que Guillermo acabó como un paria exiliado en Holanda”, según la organización.
Por Javier García Martín