16 abr. 2024

Auschwitz, un museo del horror nazi en Madrid

Una lata de Zyklon B, una máscara de gas, una mesa de operaciones y correspondencia de prisioneros son algunos de los 600 objetos de “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos”. El museo se estrenará este viernes en Madrid y condensa el horror nazi en 2.500 metros cuadrados.

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El museo expondrá más de 600 objetos originales, en su mayoría procedentes del Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau. Foto: EFE

EFE - Pepi Cardenete

“Aquellos que no recuerdan el pasado están condenados a repetirlo”. La célebre cita de George Santayana abre las puertas del Centro de Exposiciones Arte Canal, donde se concentran la historia y los horrores del campo de concentración nazi más famoso e infame y, también, el más grande.

Tan solo el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau, que comprende los campos Auschwitz I y Auschwitz II-Birkenau, declarado patrimonio de la humanidad por la Unesco en 1979, comprende 191 hectáreas, sin contar el tercero de los campos, Monowitz.

En total, 40 kilómetros cuadrados de la Polonia ocupada, un perímetro en el que se encontraban otros cerca de 50 subcampos y comandos externos donde se explotaba a los prisioneros como esclavos, construidos entre 1942 y 1945 en las inmediaciones de Auschwitz.

Ahora, la esencia de esa vasta extensión que se empezó a construir en 1940 y en la que fueron asesinadas alrededor de 1,1 millones de personas de los 1,3 millones de deportados, llega a Madrid como único destino español de una exposición internacional que viajará a otras trece ciudades europeas y americanas.

“Esta exposición es una forma de llegar a esas personas que no se pueden permitir hacer un largo viaje para visitar el Museo Estatal de Auschwitz-Birkenau”, explicó a Efe Piotr M.A. Cywinski, director del museo polaco, y resaltó la importancia de este proyecto “ahora que está creciendo el antisemitismo, la xenofobia y el neonazismo”.

Propone este recorrido, creado por Musealia en colaboración con el Museo Estatal y otra veintena de instituciones y colecciones privadas, no solo desde el punto de vista “histórico”, sino desde el “ético": “Es mucho más que hechos y datos, habla sobre la ética y la moralidad de nuestra sociedad”.

Así, “Auschwitz. No hace mucho. No muy lejos” comienza en la intemperie, con un vagón original de los que el régimen de Adolf Hitler utilizó de 1940 a 1945 para transportar a judíos, romaníes, prisioneros de guerra soviéticos y homosexuales.

Durante las deportaciones a Auschwitz se llegaba a hacinar a 80 personas en cada vagón, en una superficie de apenas 20 metros cuadrados. Los trenes regresaban sin seres humanos, pero cargados con sus posesiones.

Es, precisamente, uno de esos objetos los que abre la muestra: un zapato de mujer rojo muy simbólico por su elegancia, ya que da cuenta de que su propietaria no sabía dónde iba a ser trasladada porque, de haber sido consciente, no habría llevado un calzado tan refinado, explican desde la organización de la exposición.

“La muestra empieza con el zapato porque queríamos representar la dignidad humana de la víctima. En Auschwitz tenemos más de 110.000 zapatos, pero, si se ven en una masa, no representan la humanidad única de cada uno de los propietarios de esos zapatos, que tienen una historia y una vida que contar”, comentó Cywinski.

Por ello, en este recorrido se recogen testimonios de supervivientes de Auschwitz y objetos de las personas que pasaron por su infierno.

Una cuna de bebé, una manta empleada en la Marcha de la Muerte desde Auschwitz, una maleta, uniformes, gafas, latas de leche condensada y correspondencia de los prisioneros comparten espacio con un barracón de Monowitz o una litera de tres alturas.

Y, en contraposición, vestimenta de miembros de la SS de Auschwitz, un juego de mesa antisemita Juden Raus, una lata de gas Zyklon B o una reproducción a escala real de la puerta usada en las cámaras de gas 2, 3, 4 y 5 del campo.

“Auschwitz”, que se podrá visitar en Madrid hasta el 17 de junio de 2018, cierra su emotivo recorrido a través de 25 secciones -dedicadas algunas, también, al contexto histórico anterior a la Segunda Guerra Mundial-, con un poema de 1971 de la escritora francesa Charlotte Delbo, superviviente del campo, adonde fue enviada por ser miembro de la Resistencia.

“Tú que pasas por aquí

a ti te ruego

que hagas algo

que aprendas un paso de baile

algo que te dé el derecho

de estar vestido con tu piel y tu vello

aprende a caminar y a reír

porque no tendría sentido

a la postre

porque son muchos los que han muerto

mientras tú sigues vivo

y no haces nada con tu vida”.

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