Miguel de Cervantes vivió aquellos años en Argel, cautivo en una gruta con vistas al mar de la que trató de escapar sin éxito y en la que, según los cervantistas, cultivó el que sería después uno de los temas universales recurrentes en su obra: la libertad.
“A los 65 años Cervantes escribió una especie de pequeño retrato en el que decía que fue soldado y cautivo, soldado durante algunos años y cautivo cinco años, y que esos cinco años le enseñaron a ser paciente ante la adversidad”, explica a Efe Raquel Romero, directora del Instituto Cervantes en Argel.
“Esa es quizá la demostración más clara de cual fue la importancia de Argel en la vida de Cervantes. Para él, fue una época para recordar a lo largo de su vida pero sobre todo porque fue una época de formación”, señala.
Argel supuso, además, el encuentro con una cultura diferente y la liberación intelectual del joven escritor, que como subraya Romero pudo “reconocer y conocer gran parte del pensamiento más allá de los límites de la Italia de la España de la época, un pensamiento que iba más allá de estos límites más o menos establecidos”.
“Ahí reside precisamente la importancia de Argel, en la gestación de un carácter, en la gestación de una obra. Yo creo que de Argel Cervantes se llevó la necesidad del ser humano de salir, de ser libre, de vivir”.
Un anhelo que, según Romero y otros expertos, “se refleja en su obra, en los intentos de huida, en los cuatro intentos de huir de esta ciudad y en la búsqueda a lo largo de toda su obra de la libertad”.
En el Argel de hoy quedan aún visibles vestigios de aquel periplo vital.
Un recorrido casi desconocido, que conjuga belleza con decrepitud y aromas de un episodio que contribuyó a la gestación de, quizá, la más grande de las novelas, y que desciende por callejones estrechos y empinados a través de la hoy arruinada Casbah hasta alcanzar la bahía.
Una senda en la que se mezclan puertos grises en los que los cargueros han sustituido a las goletas, palacios que han devenido en museos y que tiene como ancla la gruta en la que penó el escritor, rescatada en 2006 por las autoridades españolas y la empresa Repsol en las laderas del barrio de Beluizded.
“Es cierto que la ciudad ha cambiado mucho, que el paisaje urbano es completamente distinto o muy distinto del que fuera en aquella época. La gruta es quizá el hito, es un poco el símbolo de la ciudad en relación a Cervantes”, explica Romero.
Según la biografía más extendida, el novelista y su hermano Rodrigo fueron apresados en 1575 por una flotilla turca a la altura de Cadaqués y Palamós cuando regresaba a bordo de la galera Sol de la batalla de Lepanto.
Una carta de recomendación de don Juan de Austria y del Duque de Sessa, que obraba en su poder, hizo pensar a su captor, Mami Arnaut, que Cervantes era un personaje influyente y lo llevó a Argel en busca de un jugoso rescate.
Allí fue entregado como esclavo a un renegado griego conocido como Dali Mamí y su rescate fijado en 500 piezas de oro, una suma muy elevada en los estándares de la época.
Una vez entregado a su nuevo dueño, se dice que Cervantes y su hermano fueron retenidos en el palacio de Mustafa Pachá, tío de Hasan el Veneciano, regente de la ciudad, convertido ahora en el museo de Caligrafía.
El 1577, su madre reunió el dinero, y lo envió a través de religiosos, pero no fue suficiente para liberar a ambos, así que Rodrigo partió con un plan para rescatar al escritor.
Este se ocultó con una quincena de compañeros en la playa a la espera del barco que les conduciría a la libertad, pero fue traicionado por El Dorado.
Aún lo intentaría dos veces más, hasta que en 1580 fue liberado gracias al padre trinitario Fray Juan Gil, quien reunió y entregó el rescate cuando Cervantes estaba en una de las galeras de Azán Bajá que debía transportarlo a Constantinopla, atado con «dos cadenas y un grillo».
“La gruta consiste en un espacio, en una cueva de aproximadamente nueve metros de profundidad en forma de L en la que se refugiaban 14 personas”, subraya Romero.
“Muchas personas conocen la gruta, el bulevar, pero sin embargo no conocen bien la figura de Cervantes. Es un barrio que podemos poner de relieve porque no solo Cervantes estuvo allí, allí vivió también Albert Camus”, destaca.
El espacio actual incluye una placa y un monolito que recuerdan las peripecias argelinas del escritor, y presenta un terrible aspecto de abandono.
Huele a orines y la basura se acumula detrás de la reja tras la cual Cervantes soñaba con la libertad, una libertad que alcanzó un 24 de octubre de 1580, fecha en la que regresó a España junto a otros cautivos.
En su alma de escritor se llevó también, sin embargo, un herida profunda, una “cara b” que después empujaría el girar solitario y universal de su afamada pluma.
Por Javier Martín