24 may. 2025

Apuesta a los biocombustibles

La dura faena de Raimundo transcurre cada día entre los largos tallos de ricino que planta en su pequeña parcela de tierra, en un pueblo del nordeste brasileño, cuyo fruto tóxico sirve para fabricar biocombustible, la gran apuesta energética del gigante sudamericano.

Raimundo Barbosa da Silva tiene 65 años y desde hace 13 vive en el asentamiento rural de Olivencia, en el poblado de Quixadá, estado de Ceará, a unos 3.000 km de Rio de Janeiro.

Sus callosas manos son testigos de toda una vida dedicada al campo, y que ahora entra al negocio energético.

“Yo aquí planto mamona (ricino) en consorcio con frijoles y maíz”, dice el hombre con voz penosa a la AFP. Explica que la idea es no abandonar el cultivo de alimentos, aunque ahora son solo para el consumo propio y no para la venta.

El Ricinus communis es un arbusto de tallo grueso y hueco, cuyo fruto, tóxico, se conoce en Brasil como mamona. Se asemeja a una bola de golf con espinas y sirve como base para la producción de alternativas a la gasolina.

Las mamonas se dan en racimos. Raimundo las toma y con una varilla de madera -por lo general la rama de un árbol- las va separando con cuidado para no lastimarse las manos. Coloca los frutos con cuidado en sacos de plástico.

“Es un trabajo muy pesado pero uno está acostumbrado al campo. Tengo en esto desde los siete años”, dice Raimundo Barbosa Neto, otro campesino de Olivencia.