20 abr. 2024

Año 34

Un instante de la Guerra del Chaco en el que la paz parecía inminente.

Mario RubénÁlvarez

Alguna vez, tras la victoria sandinista en Nicaragua, le preguntaron al poeta y sacerdote Ernesto Cardenal –quien, a sus 94 años, acaba de ser reivindicado por el papa Francisco– para qué sirvió la poesía en el tiempo de ardua lucha contra el dictador Somoza. Respondió que su rol fue acompañar al combatiente y animarlo en su lucha.

En la Guerra del Chaco (1932-1935), la poesía también cumplió ese papel. La música le dio el plus necesario para que las palabras llegaran con más eficacia a los oídos y sentimientos de los que en las trincheras peleaban con los bolivianos, pero también contra una naturaleza acaso más brava que aquellos.

En la épica guerrera, Emiliano R. Fernández –por la fuerza de sus inspiraciones y por la cantidad de producción– acapara casi toda la atención. Sin embargo, es obvio que hubo otros escritores y compositores que también aportaron sus creaciones para la causa común.

Herminio Giménez –nacido el 20 de febrero de 1905, en Caballero, y fallecido en Asunción el 5 de junio de 1991- estuvo en el Chaco al frente de un grupo de músicos. Su labor esencial era insuflar ánimo a los que peleaban contra lo visible y lo invisible. En las pausas de las refriegas, eran el agua, el pan y la venda para los espíritus acosados por las balas.

Su no extensa, pero sí relevante producción poético-musical referida al tema bélico, que lo tuvo como protagonista y testigo, incluye, entre otros títulos, como Fortín Boquerón, Fortín Toledo, Portiju, Mosquetón voli –convertido años más tarde, en Buenos Aires, en Malvita– y Guarani retâ.

EL HILO DEL AZAR

“Recuerdo a aquellos mis hermanos, mis compatriotas, mis amigos, hijos de mi paciente pueblo, en las marchas y contramarchas en pos del enemigo; en los ataques a pecho abierto, con arma blanca, a posiciones bolivianas. Recuerdo la desesperación, el miedo, el arrojo, el hambre, la sed. Esta (fue) acaso el peor y más mortal de los flagelos de la Guerra del Chaco. Sus vidas y la mía pendían de un hilo, el hilo del azar, o de los caprichos de la naturaleza, o de las manos de Dios”, decía Herminio Giménez en el libro Herminio Giménez, viento del pueblo, de Armando Almada Roche (Ediciones El pez del pez, Buenos Aires, 1996, p. 56).

La polca-compuesto (por el relato que hace) Año 34, conocida también como Opáta la guerra, forma parte de su legado de aquella época. Pudo haber escrito la letra y la música al comenzar 1934 o terminar 1933. Las alusiones fundamentales están referidas a lo que terminó siendo la gran victoria de Campo Vía a finales de 1933 y a los jefes –incluyendo al estratega mayor, José Félix Estigarribia– que lideraron a los combatientes.

Campo Vía fue una de las grandes victorias del ejército paraguayo que venció a dos divisiones bolivianas. Entre 7.000 y 10.000 prisioneros pudieron haber sido tomados, además de los armamentos, alimentos y vehículos.

Tan grande fue la euforia que el Paraguay planteó a Bolivia un armisticio creyendo que los bolivianos no iban a reponerse de aquella catástrofe que fue el final del general alemán Hans Kundt. Por supuesto, la algarabía y la esperanza también corrieron como reguero de pólvora en los frentes de combate paraguayos.

Lo que el estribillo refleja es la alegría reinante: “Año 34 reruvareína felicidad”, dice el verso con una métrica más corta que el resto de la letra. Herminio captó en su obra aquella breve temporada en que todos soñaron con retornar a sus hogares, abrazar a sus padres, besar a sus novias. Desafortunadamente aquella dicha saboreada no pasó de ser una ráfaga rota de nuevo por la furia de los cañones y el tableteo mortal de las metrallas algún tiempo después.

Más contenido de esta sección
Las ventas al público en los comercios pyme de Argentina cayeron un 25,5% interanual en febrero pasado, golpeadas por la pérdida de poder adquisitivo de los consumidores a causa de la elevadísima inflación, y acumulan un declive del 27% en el primer bimestre del año, según un informe sectorial difundido este domingo.
El mandatario decidió crear el fondo nacional de alimentación escolar esperando un apoyo total, pues quién se animaría a rechazar un plato de comida para el 100% de los niños escolarizados en el país durante todo el año.
Un gran alivio produjo en los usuarios la noticia de la rescisión del contrato con la empresa Parxin y que inmediatamente se iniciaría el proceso de término de la concesión del estacionamiento tarifado en la ciudad de Asunción. La suspensión no debe ser un elemento de distracción, que nos lleve a olvidar la vergonzosa improvisación con la que se administra la capital; así como tampoco el hecho de que la administración municipal carece de un plan para resolver el tránsito y para dar alternativas de movilidad para la ciudadanía.
Sin educación no habrá un Paraguay con desarrollo, bienestar e igualdad. Por esto, cuando se reclama y exige transparencia absoluta en la gestión de los recursos para la educación, como es el caso de los fondos que provienen de la compensación por la cesión de energía de Itaipú, se trata de una legítima preocupación. Después de más de una década los resultados de la administración del Fonacide son negativos, así como también resalta en esta línea la falta de confianza de la ciudadanía respecto a la gestión de los millonarios recursos.
En el Paraguay, pareciera que los tribunales de sentencia tienen prohibido absolver a los acusados, por lo menos en algunos casos mediáticos. Y, si acaso algunos jueces tienen la osadía de hacerlo, la misma Corte Suprema los manda al frezzer, sacándolos de los juicios más sonados.
Con la impunidad de siempre, de toda la vida, el senador colorado en situación de retiro, Kalé Galaverna dijo el otro día: “Si los políticos no conseguimos cargos para familiares o amigos, somos considerados inútiles. En mi vida política, he conseguido unos cinco mil a seis mil cargos en el Estado...”. El político había justificado así la cuestión del nepotismo, el tema del momento.