«Cuando un silencio apacible lo envolvía todo y la noche llegaba a la mitad de su carrera, tu Palabra omnipotente, Señor, se lanzó desde el cielo, desde el trono real» (Sb 18,14-15). Así arranca la antífona de entrada de la Misa de hoy. En esta Octava de Navidad queremos vivir de este hecho prodigioso: Dios nos ha enviado su Palabra, se ha hecho carne, es uno de nosotros.
Hoy, en la lectura del Evangelio, aparece Ana, viuda desde hace muchos años. San Lucas la describe como una profetisa. Es significativo que Dios haya elegido a una humilde viuda para comunicar su nacimiento, en lugar de algún personaje conocido o prestigioso del pueblo.
San Josemaría dirigiéndose a la Virgen de Guadalupe en México pedía que en nuestros corazones crecieran «rosas pequeñas, las de la vida ordinaria, corrientes, pero llenas del perfume del sacrificio y del amor. He dicho de intento rosas pequeñas, porque es lo que me va mejor, ya que en mi vida solo he sabido ocuparme de cosas normales, corrientes, y, con frecuencia, ni siquiera las he sabido acabar; pero tengo la certeza de que en esa conducta habitual, en la de cada día, es donde tu Hijo y Tú me esperáis».
Hemos esperado nueve meses para que naciera Dios y ahora vamos a esperar treinta años hasta que comience su vida pública.
Sin embargo, sabemos que la redención se está haciendo desde el mismo momento de la Anunciación.
Cuando oigamos hablar del nacimiento de Cristo, guardemos silencio y dejemos que ese Niño nos hable; grabemos en nuestro corazón sus palabras sin apartar la mirada de su rostro.
Ana esperó durante muchos años la manifestación del Mesías, haciendo en su alma un espacio para que el Señor pudiera hablar.
Quizá a veces reprochamos a Dios su silencio y en realidad somos nosotros quienes nos envolvemos en ruido que no nos deja oírlo.
En medio de la noche y del silencio, Dios ha enviado su Palabra y es definitiva. No se arrepentirá de su alianza.
María fue la que custodió ese silencio, esa normalidad, durante los nueves meses y después: Podemos pedirle a ella ayuda y compañía en nuestro silencio, porque tampoco queremos perdernos la manifestación de su Hijo.
(Frases extractadas de https://opusdei.org/es-es/article/meditaciones-30-diciembre/).