24 jun. 2025

Algo pasa

Por Estela Ruiz Díaz

estelaruizdiaz@uhora.com.py

La discusión sobre la candidatura de Blanca Ovelar para la presidencia de la República por el oficialismo y el ingreso de un outsider como Fernando Lugo al escenario electoral, demuestran el saludable sacudón político que vive el país.

Paraguay tiene la más alta tasa de afiliados a partidos políticos en Latinoamérica, revelan estudios. La relación umbilical de la gente con su partido es tan fuerte como la religión. A esto se refería el finado Luis María Argaña, cuando decía que la ANR podía postular al Pato Donald que igual ganaría las elecciones.

Son pocos los que pueden romper esa fidelidad de sangre que une al colorado o al liberal con sus estructuras partidarias. El único que logró esta empresa hasta hoy es Lino Oviedo, que fracturó la ANR y convirtió a Unace en partido político con una base electoral estimada en 200 mil votos. Esto lo ubica como un actor clave a la hora de inclinar balanzas en las elecciones.

Hoy se da un fenómeno similar con el ex obispo de San Pedro, que genera simpatías más allá de los colores. Este líder emergente provocó una tormenta política, sobretodo en el campo opositor que sufre una fuerte crisis de liderazgo. Su irrupción obligó al PLRA, Unace, Patria Querida y otros partidos menores, a proyectar una concertación electoral, que inició sus lentos primeros pasos hacia el 2008. El clima de relacionamiento no es cálido, pero hasta ahora están tragando sapos.

POLLERAS QUE MATAN. Nicanor Duarte Frutos es un político hábil a la hora de hacer sumas y restas en materia electoral. Es pragmático y no está atado a dogmas. Sabe que el Partido Colorado es una maquinaria electoral que sabe ganar elecciones, a pesar de no responder a las demandas ciudadanas.

La posibilidad de perder las municipales de Asunción lo obligó a traspasar las fronteras y encontró en Evanhy la carta para no arriesgar la Capital. Le fue bien, aunque su elegida está haciendo gala de su absoluta incapacidad para gobernar y resolver dramas mínimos, como la recolección de basura, el tránsito y los tradicionales baches.

Pero en la ecuación colorada no se plantea el análisis de la resolución de problemas, sino cómo mantenerse en el poder. Esta lógica obligó a Duarte Frutos a traspasar nuevamente las tradicionales fronteras de la ANR y puso en el escenario a la ministra de Educación como la candidata presidencial del oficialismo, desatando histerias en el conservador campo masculino.

La imposición provocó fisuras en Reconciliación Colorada. En primera instancia se concretó la salida del vicepresidente Luis Castiglioni y recientemente del intendente de Ciudad del Este, Javier Zacarías Irún. El titular interino de la ANR, José Alberto Alderete, que la rechazó públicamente provocando otra tormenta que el Presidente controló después, también tiene las maletas preparadas en caso de que no sea el candidato, según corre en círculos palaciegos.

En el nicanorismo, hay una guerra de guerrillas contra la elegida del Presidente porque no tiene militancia política y, sobretodo, porque es mujer, más allá del maquillaje discursivo que pretenden vender los dirigentes de base.

El “dedazo” –como llaman en algunos países a la imposición de una candidatura y que se conoce aquí como el “caballo del comisario” (quedará poco elegante feminizar esta frase)–, es un método que causa ronchas, en especial cuando el elegido/a es otro/a.

Más allá del epílogo de la candidatura oficialista, la elección de Blanca Ovelar (que aún no está oficializada) es un paso audaz y arriesgado del Presidente. Su decisión, que se ciñe más al campo del pragmatismo electoral que de los derechos genuinos de la mujer, marca un punto de inflexión no solo en la ANR, sino en el escenario político nacional.

El caso Lugo tiene similares aristas. Es el fruto de la crisis del sistema de partidos porque ni siquiera proviene del campo civil, sino del mundo religioso.

Blanca y Lugo protagonizan el capítulo más interesante de la transición paraguaya. No sabemos si llegarán a competir en el 2008, pero hoy generan un debate diferente porque revelan de manera descarnada que los modelos de los partidos tradicionales se han agotado.

Sin dudas, algo pasa en Paraguay.