07 may. 2024

Alba y Brígido

Andrés Colmán Gutiérrez – andres@uhora.com.py

Alba Eirági es morena, menuda, dicharachera y combativa. Ostenta con orgullo los coloridos collares y el arte plumario de su pueblo avá guaraní. Su poesía en lengua nativa es melodiosa, romántica, pero a la vez punzante, guerrera, al igual que ella. No se calla fácilmente, le molestan las injusticias y tiene por costumbre plantarse altiva en la plaza, junto a sus hermanos de Takuara’i o de otras comunidades, para reclamar ante el despojo de sus tierras, aun sabiendo que esa actitud le puede costar que la echen de algún cargo importante en algún ministerio. Ella además baila, tiene su propio elenco de danzas rituales, Kuña Reko Yvoty, porque bien sabe que bailar es otra bella manera de reivindicar sus raíces.

Brígido Bogado es moreno, robusto, gentil, callado, tímido y huidizo. Anda por el mundo en silencio, como pidiendo disculpas, le molestan las multitudes y los actos estruendosos, pero siempre está presente cuando hay que estar para hacer oír su voz y la de su pueblo, que durante mucho tiempo han buscado silenciar. Su poesía en lengua mbyá guaraní suena gutural, musical, filosófica y, a veces, mística, pero también hiriente, denunciadora de tantas injusticias que él lleva atragantado en el pecho desde hace más de quinientos años.

Alba desciende de un padre aché, es hija del legendario Kuchïngi Duarte, aquel maestro indígena que fuera secuestrado cuando niño por los “cazadores de guayaki”. Su madre es avá guaraní, pueblo en que ella creció y del cual se siente parte, principalmente de la colonia Fortuna, Canindeyú. A través de su propio esfuerzo pudo estudiar Trabajo Social en la UNA, Comunicación para el Desarrollo en la Universidad de Pilar y un Diplomado de Educación Intercultural en la Católica. Llegó a ser jefa de Comunicación Institucional de la Dirección de Educación Indígena del MEC, cargo del que la sacaron por sus posturas políticas.

Brígido nació en un lugar que ahora ya no existe, en la comunidad mbyá de Arroyo Frazada, cerca de Fram, en Itapúa. Fue adoptado por una familia “paraguaya” desde donde pudo asistir al colegio y la universidad, pero ya adulto decidió retornar en busca de sus raíces y se insertó en la comunidad Pindó, en San Cosme y Damián, donde ahora vive y trabaja como maestro indígena. Desde allí viaja cerca de cien kilómetros todas las noches para estudiar periodismo en la Universidad Católica de Itapúa y si este año concluyen las aulas, egresará como el primer indígena guaraní licenciado en Ciencias de la Comunicación.

Primero Brígido y después Alba, motivados por su pasión por la lectura y su sensibilidad artística, han tomado decisiones que han transformado sus vidas y las de sus respectivos pueblos, al convertirse en el primer hombre y en la primera mujer que escriben poesía en lengua guaraní. Sin proponerse, han transformado su propia historia y tradición, porque en los tapy del mundo guaraní nunca antes hubo personas que conciban a la poesía como oficio, quizás porque para ellos la vida misma es poesía; respirar el aire es poesía: amar a la naturaleza es poesía; bailar y cantar a los dioses es poesía; reflexionar sobre la existencia es poesía; transmitir memoria desde los ancianos a los niños y jóvenes, sentados alrededor de las fogatas, es poesía. ¿Cómo pensar siquiera que todo eso se pueda escribir y poner en las páginas de un libro, firmarlos con nombre y apellido, ponerlos a la venta en el estante de una librería?

Alba y Brígido, ambos miembros de honor de la Sociedad de Escritores del Paraguay (SEP), son protagonistas centrales del Encuentro de Escritores del Mercosur, que desde ayer y hasta hoy se realiza en Asunción y Yaguarón, con la participación de más de 130 autores de seis países. Allí Alba presenta su nuevo libro Ayvu tee avá guarani y Brígido el suyo, Mbya Ñe’ery.

En el Año Internacional de las Lenguas Indígenas, no deja de ser un lujo que el Paraguay tenga a dos excelentes poetas que se expresen en su propia voz, su propia lengua, desde su propio mundo cultural.

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