El evento ocurrido con el violento asalto a una sucursal bancaria y la toma de la ciudad por parte de un grupo armado, requiere de una contextualización meticulosa para la medición de sus potenciales consecuencias; un análisis ausente después del 24 de abril de 2017, cuando el Primer Comando Capital copó Ciudad del Este durante varias horas, sin que ningún órgano armado del Estado pudiera repeler la agresión.
Estos hechos nos enfrentan con al menos tres asuntos en extremo delicados; por un lado, la existencia de uno o más grupos organizados capaces de interrumpir el funcionamiento normal del Estado y amenazar su continuidad. Por otro, la configuración de un escenario que permite el empleo del terror como método en cualquier punto del territorio paraguayo, sin una consecuencia inmediata sobre los autores; y, finalmente, la caída de las expectativas de la población respecto a la acción del Gobierno (es decir, con relación a la gobernabilidad). En nuestra cultura autoritaria, el primer reflejo es recurrir a la opción militar. La neutralización de estas organizaciones representa probablemente un desafío de cooperación e integración mucho mayor que la formación de un mercado común, que los criminales sí han formado por su lado desde hace décadas.
(*) Consultor, especialista en Inteligencia Estratégica.