24 may. 2025

Abusos de una época de terror a la que no se puede volver ni olvidar

Víctimas del stronismo describen con sus historias lo que significa vivir en dictadura. El sistema represivo usaba varios métodos de tortura y desaparición de víctimas. Para sobrevivientes, la historia completa de lo sucedido aún falta ser contada.

Un Partido Colorado afanado en alinear las instituciones del Estado y las leyes a su faceta más autoritaria, como se vio la última semana en el Senado, donde con sus aliados satélites destituyó a la legisladora opositora Kattya González en menos de 24 horas. Un impune torturador de las filas de la temible Policía stronista, el ex comisario Eusebio Torres afrontando un juicio oral, por haber quebrado tantas vidas en esa época oscura del país. Ambos casos reavivan la memoria y alerta a quienes padecieron y sobrevivieron la dictadura que 35 años atrás fue derribada, pero sigue teniendo entusiastas adeptos hoy.

A Marcelo Mancuello, su madre lo trajo al mundo estando bajo detención por ser la esposa del joven Carlos José Mancuello, militante político del Ejército Paraguayo Revolucionario (EPR), detenido y desaparecido por la policía stronista. Marcelo vivió sus primeros años de vida en la prisión de Emboscada hasta 1978 cuando fueron liberados y arrojados con su madre en la frontera con Argentina.

Celsa Ramírez estaba embarazada de 4 meses cuando aparatosamente miembros de la Policía de la Capital irrumpieron en su casa en busca de su esposo, Derlis Villagra, dirigente del Partido Comunista Paraguayo (PCP). Como no lo hallaron, se la llevaron a ella directamente al temible Departamento de Investigaciones de la Policía donde los más sanguinarios torturadores intentaron doblegarla por meses, aplicándole todo tipo de torturas y vejámenes, incluyendo la famosa pileta (asfixia por inmersión en una bañera cargada de agua sucia). Eran los años 70, de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos de las personas. Regía el estado de sitio (artículo 78 de la Constitución Nacional) que permitía al gobierno del general Alfredo Stroessner (1954-1989) detenciones arbitrarias de opositores, torturas, persecuciones y desapariciones. No existía la presunción de inocencia. Los documentos oficiales se llenaban con contenidos falsos, y nadie tenía derecho a la defensa. Imperaba un sistema de delaciones alentado por el Ministerio del Interior. “Decir comunista ya significaba no tener derecho a defensa ninguna. Aunque mucha gente que nada tenía que ver con el comunismo igual era detenida”, cuenta Celsa Ramírez

“Tenía 24 años, estaba embarazada de 4 meses cuando me tomaron presa el 29 de noviembre de 1975. Derribaron la ventana, comandandos por Saprisa y el propio Pastor Coronel”, refirió.

La condujeron a Investigaciones (Asunción), donde observó que estaba atestada de jóvenes detenidos. En el interrogatorio, le preguntaron sobre el paradero de su esposo, Derlis Villagra (35). Ante su negativa, comenzaron los latigazos “en la espalda, principalmente”. Ella les advirtió que estaba en gestación, pensando que eso los disuaría. No sirvió de nada. El castigo corporal iba in crescendo. Como no le pudieron sacar información, la trasladaron a otro lugar donde la trataron de ahogar en la tina cargada, una y otra vez. Cuando cayó exangüe, la engrillaron sujetándola en un reducido espacio debajo de una escalera donde permaneció 3 meses. “No podía pararme ni bañarme. Los golpes en la planta de los pies los mantuvieron hinchados y doloridos por largo tiempo”, dijo. Diariamente sus torturadores pasaban frente a ella y la hostigaban para que confesara sobre el paradero de su esposo y del dirigente Miguel Ángel Soler. Después la trasladaron a una comisaría en Fernando de la Mora, donde permaneció 6 meses. En ese lugar, halló a su madre, María Luisa Rodas, quien ya llevaba 8 años recluida, solo porque su yerno era Villagra.

Cuando llegó el momento de dar a luz a su hijo, la llevaron al Hospital de Policía, y posteriormente a la cárcel de Emboscada, donde estuvo encerrada hasta 1978 con su niño. “Allí estuvimos dos años y dos meses. Las mujeres ya no recibíamos tortura física, pero sí algunos compañeros. Los castigos se daban prohibiéndoles las visitas”, apuntó.

IMPUNIDAD. Por estos días, Celsa Ramírez sigue atenta el juicio al ex comisario Eusebio Torres, quien hasta este juzgamiento se ha amparado en la impunidad. “Fue una época terrible, pero se han dedicado a tergiversar la historia a lo largo de todos estos años, pese a que fue una dictadura militar, policial y cívica. Hace apenas 35 años de ello y los jóvenes y niños no conocen esta historia”, lamenta. A ella preocupa que hasta ahora se siga diciendo a la gente que si estuvieron presos seguramente porque se metieron en algo. “Pero fijate cuántos desaparecidos tenemos. Mi marido es uno de ellos. Fueron detenidos y torturados hasta la muerte”, expresa compungida. Ella cree que se salvó gracias a una publicación del periódico Sendero, de la Conferencia Episcopal Paraguaya que denunciaba su detención.

“Uno de los torturadores más fieras de la policía stronista, según testimonio de víctimas que estuvieron presas es Eusebio Torres”, dice Marcelo Mancuello. El valora profundamente que ese hombre esté siendo juzgado por un caso en particular y por la justicia ordinaria paraguaya, sin tener que buscar justicia en el ámbito del derecho internacional, como lo hicieron su familia y los Goiburú hasta lograr que el Estado asumiera culpabilidad pública, mediante una condena de la Corte Interamericana de Derechos Humanos. Aunque sigue sintiendo el calvario del hijo de un padre desaparecido. “Hay una herida que no termina de cicatrizarse, porque no se puede hacer el proceso final”, reconoce.

Marcelo no duda que su padre haya sido otra de las cientos de víctimas de los tormentos provocados con llamativa saña por Torres y otros policías represores.

Encontrar justicia en un marco de la justicia ordinaria paraguaya a los actos de lesa humanidad cometidos durante la dictadura será de gran trascendencia, dice, confiado en que Torres recibirá una condena acorde a los crímenes que cometió.

OTRA VÍCTIMA El doctor Carlos Arestivo, siquiatra, cuenta que cuando aún estaba preso en la cárcel de Emboscada en 1978, había empezado a atender a las víctimas de torturas y que sus relatos era desgarradores. “Seguí atendiendo a la gente en mi consultorio, estando ya libre, y era escalofriante lo que me contaban sobre las sesiones de torturas”, dice.

Con respecto a Eusebio Torres, a quien no sabe como denominarlo, dice lo conoció en el Departamento de Investigaciones donde fue conducido para interrogatorio por haber ayudado a ocultarse a Nidia González Talavera, ex compañera de colegio, pareja de Juan Carlos Da Costa, dirigente de la Organización Político Militar (OPM), movimiento clandestino que había surgido en los setenta para luchar contra la dictadura y que falleció durante un enfrentamiento con la policía stronista (caso Shaerer).

“Yo fui torturado por Eusebio Torres en Investigaciones, quien se turnaba con Saprisa (Camilo Almada Morel) en los latigazos que me aplicaban una y otra vez. Cuando Torres retomó su turno, lo hizo con tanta fuerza que me rompió el cristalino de un ojo”, rememora.

Una semana después también usaron con él el método de la pileta. “A mí me parecía que eso era la máxima crueldad que se le puede aplicar a una persona, pero después cuando otras personas torturadas me dieron sus testimonios en el consultorio, lo que me tocó a mí me pareció una cosquilla. Más aún, sabiendo que algunos no resistieron”, señala.

Al recordar a Eusebio Torres dice que no puede entender cómo una persona puede tener tanta rabia. “Pegaba como si uno hubiese pateado a su madre”. Considera que una condena de 15 años, como la solicitada para Eusebio Torres, es insuficiente para la gravedad de los hechos cometidos. “Es un engendro del mal”, lo califica. Además de una persona extremadamente perversa. “Lo presentaban como un gran torturador de la Policía”. Lamenta que haya gozado de tantos años de impunidad . “Por lo visto tenía muy buenas relaciones”, piensa indignado.

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Carlos Arestivo, psiquiatra y sobreviviente

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Celsa Ramírez, esposa de desaparecido

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Marcelo Mancuello, hijo de desaparecido.

Los torturadores y sus espacios para las torturas

Nicolás Lucilo Benítez (Kururú Piré); Juan Aniceto Martítez; Agustín Beloto Vouga; Fortunato Lorenzo Laspina; Camilo Almada Morel (Saprisa), Alberto Cantero (jefe de Política, del Departamento de Investigaciones) durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner son algunos de los hombres que operaban desde la Policía de la Capital con total impunidad “cazando” supuestos subversivos o enemigos de la paz pública.

Participaban de los interrogatorios y sesiones de torturas en sitios como la Comisaría Tercera, Departamento de Investigaciones; la Dirección Nacional de Asuntos Técnicos del Ministerio del Interior, “La Técnica”; la actual ex Guardia de Seguridad.

En Investigaciones (Asunción), el promedio de días de detención de las personas era de 481. Por allí pasaron 29% del total de detenidos políticos durante la dictadura.

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