21 oct. 2025

Absolución

Poder Judicial, Palacio de Justicia de Asuncion_18133020.jpg

La Corte Suprema de Justicia establece nuevos horarios en la primera etapa de reactivación de actividades judiciales.

Foto: Archivo ÚH.

Debe ser frustrante ser abogado defensor. Es que, últimamente, cuando un tribunal de Sentencia absuelve al acusado, es casi una constante que la resolución sea anulada por el tribunal de Apelación y el juicio oral debe repetirse. Así, todo deberá reiniciarse desde el principio.

Es que el mensaje que se da a los jueces es que si un acusado llega a juicio oral, deberá ser condenado indefectiblemente porque, de lo contrario, su fallo será anulado, en especial, si son casos mediáticos.

Y, creo yo, también es por la presión social, de la prensa, las redes sociales, que en forma prejuiciosa creen que los jueces se vendieron y por eso el acusado resultó inocente. No se concibe otra idea, tal vez influida por la imagen negativa que tenemos del Poder Judicial.

Nuestra ley procesal, bastante avanzada para nosotros, es casi letra muerta, especialmente en lo que se refiere al principio de inocencia.

Con lo prejuiciosos que somos, desde la misma imputación, ya se tiene una condena previa en contra de la persona, especialmente en las redes sociales y la prensa.

Esto eleva la presión sobre los magistrados (no sé si por el mensaje dado por los tribunales de Apelación, y la misma Corte, o por el Jurado de Enjuiciamiento de Magistrados), por lo que a muchos les tiembla el pulso para resolver a favor de los acusados.

Más bien, como ocurre en la mayoría de los casos, se inclinan hacia el lado de la Fiscalía, ya que serán aplaudidos principalmente desde las redes sociales.

Y es que los integrantes del Ministerio Público —admito que existen honrosas excepciones—, a sabiendas de esta ventaja en las causas, ya que tienen al público apoyando, no investigan como debieran y confían solo en el viento judicial favorable.

Esto se nota en varios juicios orales, donde los magistrados se quejan de la paupérrima investigación que se realiza, pero igual condenan a los procesados. Pocas veces se tendrá una absolución y, si la hay, saben que las críticas arreciarán.

Es que para el público, para la gente común, para los internautas, y para muchos de mis colegas, son los acusados los que tienen que probar su inocencia, cuando es totalmente al contrario. Es la Fiscalía la que debe probar el caso. Son los agentes los que tienen que aportar pruebas para la condena. Son ellos los que deben destruir el estado de inocencia de los procesados.

Pero vuelvo al principio. La tendencia que se da es la nulidad de los juicios cuando hay absolución. Si hay condena, es más probable que sea ratificada por los camaristas.

Y, ahora, los fallos del Tribunal de Apelación Penal también van dirigidos hacia la violación de las reglas de la sana crítica, cuando que lo que hacen realmente es valorar de nuevo la prueba, pese a que no estuvieron en el juicio oral.

Lo peligroso es que prácticamente dicen a los jueces cómo deben pensar para resolver un caso. Pero no hay que olvidar que es el tribunal de Sentencia el que escucha al testigo sincero, vacilante, llorando, enfermo, malicioso, sabelotodo, de poca o mucha memoria y varios otros más que desfilan por los tribunales. Son ellos los que sopesan todos estos puntos a la hora de valorar la prueba, a la hora de deliberar. Claro que me refiero a los jueces rectos y honestos que se dan cuenta de la importancia de su trabajo.

De esta manera, por esta tendencia negativa por la presión externa o el temor a las críticas, cada vez es más difícil que se cumplan con los presupuestos para que prevalezca la ley. Se actúa solo por lo que dicen la tribuna sin importar lo que se prueba o no se prueba en el juicio.

Es por ello que me parece que, al final, debe ser frustrante ser abogado defensor, ya que su trabajo no es valorado, sino que son solo tomados como chicaneros cuando consiguen absolver a los acusados, y luego les dan por la cabeza en los tribunales de apelación. Ojalá que esta tendencia vaya disminuyendo, que se aplique en serio el Derecho y, en especial, el principio de inocencia.