28 mar. 2024

Robin Wood, Nippur y la historia real más conmovedora

Cuando supo que iba a morir de cáncer, la argentina Marie Vázquez escribió y dibujó un cuaderno para que su hijo de 3 años pueda conocerla. El niño se llama Nippur, por un personaje del historietista paraguayo Robin Wood. De este modo él se involucró en el drama, que conmovió a miles a través del Twitter. María murió en abril y ahora se publica El cuaderno de Nippur, donde Robin incluye un desgarrador prólogo.

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Marie Vázquez (autora del libro) junto a su pequeño hijo Nippur, quien la acompañó hasta el final en su dura lucha contra el cáncer | Foto: Gentileza

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Hace algunos años, el escritor paraguayo Robin Wood, considerado uno de los mejores guionistas de cómic del mundo, supo que una pareja de jóvenes argentinos había decidido llamar Nippur a su primer hijo varón, en homenaje a uno de sus personajes de historieta más celebres, el guerrero sumerio Nippur de Lagash.

En realidad, quien era fanático lector suyo era el marido, Sebastián Corona, y su esposa, la arquitecta María (Marie) Vázquez, no tuvo inconvenientes en concederle el deseo, a pesar de que el nombre sonaba raro y pintoresco, y no figuraba en los registros oficiales.

Los padres tuvieron que recurrir a un largo pleito judicial para que finalmente la Justicia argentina les reconozca el derecho de llamar a su hijo con el nombre de un ficticio guerrero de historietas, que era también el nombre de una ciudad en la antigua Sumeria.

Así lo cuenta el propio Robin Wood: “El nombre no es reconocido como tal, aunque exista desde hace cinco mil años. Con bravía terquedad, Sebastián y Marie insisten: recurren a abogados, juristas, agotan a los ministerios, sacuden el polvo de las leyes... ¿Vale la pena tanta lucha? ¿Por un nombre? Sí. Pues si dejas de luchar por tus pequeños derechos, un día dejarás de hacerlo por los grandes. ¡Y ganan! ¡La ley se cambia! ¡Júbilo para todos los que han seguido ansiosamente su lucha! Uno de los cuales fui yo, hasta que me pusieron a ese niño con nombre de héroe en los brazos”.

El niño con nombre de héroe de historieta

Robin Wood nació en Colonia Cosme, Caazapá, en 1944, en el seno de una comunidad de inmigrantes australianos. Inició su carrera como guionista de historietas en la Argentina, en publicaciones de la editorial Columba, donde escribió series que se volvieron leyenda: Nippur de Lagash, Jackaroe, Mi Novia y yo, Gilgamesh el inmortal, Pepe Sánchez, Savarese, Amanda, Dago.

Ganó varias veces el premio Yellow Kid, considerado el Óscar del mundo del cómic. Actualmente su obra se sigue publicando en varios países, principalmente en Italia, España y Argentina. Aunque viaja constantemente, fijó su residencia actual en Asunción, junto a su actual esposa, la paraguaya Graciela Sténico.

Robin Wood conoció a Sebastián Corona y a Marie Vázquez durante una conferencia sobre historietas en Buenos Aires, cuando se acercaron con mucha emoción a presentarle a su pequeño hijo Nippur. Desde entonces mantuvo contacto con ellos, cuando se enteró de que, en octubre de 2014, a Marie le diagnosticaron un cáncer de ovarios con metástasis, y los médicos le dieron una trágica noticia: le quedaba muy poco tiempo de vida.

El escritor, que ha inventado tantas historias conmovedoras para sus miles de lectores, jamás imaginó que viviría de cerca una historia real, que a la vez de ser tan dramática, también encerraría una profunda lección de amor y de vida, envolviendo en el centro a un pequeño niño que lleva el nombre de su más célebre héroe de historieta.

La pasión de una madre en Twitter

Cuando supo que no lograría escapar de la muerte, Marie prefirió no esconderse y contar su historia como un diario íntimo compartido con todos desde su cuenta @kireinatatemono en la red social Twitter, en Internet, y en otras plataformas.

“Te vas a morir. La frase: ‘Tenemos que hablar’ siempre viene seguida de algo terrible, pero nunca como esa vez. Yo ya sabía, dos días después de la operación que se llevó mi útero, ovarios y varias masas a analizar (‘ahora sí soy realmente hueca’) que algo estaba muy muy mal, pero ni el cirujano se atrevía claramente a decírmelo. Le dejó la misión a mi marido, total, ya tuvimos que hablar tantas veces, ¿qué te hace una más?”, contaba en un primer artículo que publicó en la revista La Agenda, en el sitio web del gobierno de Buenos Aires.

“En el sanatorio no tenía wifi, prendí el 3g un par de veces para mandar mails a mis amigas y nada más. Cuando volví a casa ya habían pasado cinco días de la operación y le di varias vueltas al asunto de contar o no contar. Me decidí por contar. Tener cáncer es como tener gripe: nada vergonzoso, sólo mil veces peor. No contar es ponerse del lado de los que titulan “una larga y penosa enfermedad”. Sentir vergüenza, ¿de qué? Salvo que creas en ‘las piruetas culpabilizadoras que achacan a los enfermos responsabilidad por su enfermedad’ (eso dijo Susan Sontag, ojalá fuera mía la frase)”, relataba más adelante.

Y sigue contanto: “Lo mandé en una sucesión de 3 o 4 tuits. En la siguiente media hora me llegó una cantidad de mentions y dm como nunca había recibido en mi vida. Me tuve que ir a llorar al baño. Capaz suena ridículo. Al 90% de la gente que me escribió no la vi jamás en persona pero compartimos muchos momentos inolvidables juntos (era por abajo, Palacio). El 10% restante es una mezcla de personas que vi alguna vez o son amigos de amigos, con mis amigas, a las que también las conocí por internet, me gusta tu blog, te gusta el mío, seamos amigas. Andá a explicarle eso a alguien que piense que si conocés gente por internet terminás de copera en Sri Lanka. Todos los mensajes ofrecían ánimo y ayuda. Y los respondí uno por uno porque así me crió mi mamá, agradecida”.

Durante varios meses, Marie se mantuvo en contacto desde sus posteos diarios en Twitter, donde hablaba sobre su tratamiento, su estado de ánimo, sus miedos, sus pasiones, sus sentimientos, con una crudeza y un sentido del humor crudo y realista.

Llamó “El show de Kimmy Oh” a su experiencia de comunicación digital.

“En el show transmito desde la Kimmy Oh, desde la espera de una tomografía, oh sí, gracias OSECAC por el wifi libre. Lloro por la lechuga y el sushi que no me dejan comer. Maldigo el sabor horrible del suplemento multivitamínico. Canto las loas del centro oncológico al que voy y a la legislación argentina que hace que todo el tratamiento sea gratuito. En el show, también, recibo muy de vez en cuando algún reply sinceramente idiota o desubicado o desinformado. Me los tomo con más calma que en otro momento, prefiero guardar mis energías negativas para despotricar contra la escasez de caramelos Fizz o alguna otra causa igual de noble. En el show conocí a mujeres que pasaron o están pasando por la misma situación. La comunidad del cáncer, las abrazo fuerte”, escribe.

Un cuaderno para el pequeño Nippur

En algún momento de su inevitable viaje hacia el final, mientras miraba a su pequeño hijo Nippur que no la tendría con él en los próximos años, a Marie se le ocurrió dejarle un regalo: un cuaderno íntimo, donde ella volcaría lo mejor de sí, para que él conozca a su mamá cuando ella ya no estuviera.

Eligió un lindo cuaderno de factura artesanal, que una amiga forró con motivos de cuentos infantiles, de Caperucita, el Lobo y los chanchitos, porque era uno de los cuentos preferidos de Nippur.

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Así, con lápices, bolígrafos, marcadores, empezó a escribir, a dibujar, a pegar papelitos, hojas, fotos, recurriendo a su mejor oficio de artista gráfica, con toda la pasión y la ternura que solo una mamá puede transmitir. De vez en cuando alguna lágrima también quedaba impregnada en el cuaderno.

Marie murió en abril de este año, a los 43 años de edad. “Las cosas tomaron un rumbo hacia lo peor y no hay mucho más qué hacer salvo esperar. Cuestión de días”, había escrito en Twitter un poco antes, como empezando a despedirse de sus muchos seguidores.

“Hasta el final con una sonrisa y el puño apretado, pero es el final”, sentenció en otro posteo, que tuvo cientos de retuiteos y quedó grabado como una frase para la eternidad.

El 21 de abril, a las 08.43, desde la misma cuenta de Twitter, fue su marido, Sebastián que comunicó: “En su ley, con una sonrisa y el puño apretado, Marie acaba de morir”.

Unas líneas desgarradas, escritas desde Paraguay

El cuaderno que Marie le había escrito a su hijo quedó guardado en manos de una de sus amigas.

En principio, el cuaderno no fue escrito para publicar. “La intención era dejar un legado para su hijo, pero cuando ella estaba internada, dos amigas escritoras lo leyeron y como les pareció muy bueno le pidieron permiso para presentarlo en editoriales. Ella aceptó encantada”, relata su marido, Sebastián.

Fue la Editorial Planeta la que cerró el trato para publicarlo, con una cuidada edición que mantiene intacta la forma en que Marie lo elaboró, incluyendo un sobrecito pegado con una hoja y un poema, pero con un agregado: el prólogo que le pidieron al escritor paraguayo Robin Wood, en cuyo homenaje habían bautizado a su hijo con el nombre de un héroe sumerio.

“Robin Wood conoció a Nippur cuando vino a Buenos Aires, y cuando Marie se enfermó, nos acompañó desde la distancia, por eso le pedimos que prologara el libro. Lo que él escribió le pareció tan brillante a la editorial, que lo puso en la contratapa”, relata Sebastián.

El libro acaba de ser publicado en Buenos Aires, con el título de “El cuaderno de Nippur”. El prólogo de Robin está en la contratapa, con su particular estilo, que condensa la más conmovedora historia real. Desde Encarnación, donde se encuentra con su esposa Graciela, Wood nos lo facilita, para reproducirlo textualmente como cierre de este reportaje.

Robin Wood, creador de Nippur de Lagash | Foto: Gentileza <br>

Robin Wood, creador de Nippur de Lagash | Foto: Gentileza

Esto es lo que escribe el autor paraguayo, en homenaje a Marie, Sebastián y el pequeño Nippur:

Para mí es conmovedor relatar esta historia, que se aproxima más a la ficción y a la poesía que a la realidad. Pero que es aún más conmovedora por ser... real.

Comienza con otra: la de un guerrero humano, duro con los duros y blando con los débiles, llamado Nippur de Lagash, en los milenios del bronce y de reinos hoy casi olvidados.

Algún lector mío, llamado Sebastián, apreció en él esas virtudes de valor y piedad, y decidió poner su nombre al niño que con su esposa Marie esperaban...

Pero lo que no debió pasar de una anécdota se vuelve un combate contra los molinos de viento de la burocracia.

El nombre no es reconocido como tal (aunque exista desde hace cinco mil años). Con bravía terquedad Sebastián y Marie insisten: recurren a abogados, juristas, agotan a los ministerios, sacuden el polvo de las leyes...

¿Vale la pena tanta lucha? ¿Por un nombre? Sí.

Pues si dejas de luchar por tus pequeños derechos, un día dejarás de hacerlo por los grandes.

¡Y ganan! ¡La ley se cambia! ¡Júbilo para todos los que han seguido ansiosamente su lucha!

Uno de los cuales fui yo, hasta que me pusieron a ese niño con nombre de héroe en los brazos.

¿Final feliz...? No.

Marie, su madre, cae mortalmente enferma, cuando el niño Nippur cuenta con apenas dos años, y debe permanecer en cama, en tratamiento, hospitalizada...

Otra batalla comienza, y en ésta ella es la heroína. No se rinde, aunque sabe que no podrá vencer al terrible enemigo. Compila este maravilloso libro para su hijo, para que aprenda que la valentía es eterna porque el recuerdo la rescata siempre.

Es su canto de cisne y su legado de amor para los suyos.

Coloco una flor en su recuerdo, e imagino a mi héroe recibiéndola en otro mundo de valientes y bendecidos.

Así sea.

Robin Wood

(creador de Nippur de Lagash)

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