Las imágenes difundidas por los medios de comunicación, que mostraban a miles de personas atropellándose por retirar una bandeja de asado con mandioca, más que por participar de un acto político, trajeron lamentables recuerdos para quienes han vivido los años de la dictadura del general Alfredo Stroessner (1954-1979), en que era común arrear a los funcionarios públicos con pañuelos colorados al cuello, para mostrar un supuesto apoyo, a cambio de un poco de comida y bebida.
Además de resultar humillante para los trabajadores públicos, una situación así lleva a identificar forzozamente a las reparticiones del Estado –donde el servicio público debe prestarse a toda la población, sin distinciones de colores y sectores políticos– con el partido que se encuentra en función de gobierno, en este caso el Partido Colorado.
Un acto multitudinario, como el que se realizó en la noche del martes en la sede de la Asociación de Funcionarios del Banco Nacional de Fomento, ha tenido el propósito de demostrar fuerza electoral a favor del presidenciable colorado Mario Abdo Benítez y de los demás candidatos del partido, pero ello tiene un efecto dudoso, ya que muchos funcionarios concurren presionados por sus jefes y ante el temor de sufrir represalias o perder sus puestos de trabajo.
La caricatura de que los funcionarios colorados eran arreados en época de Stroessner a cambio de provisiones de vaca’i (latas de carne en conserva) con galleta y aguardiente de caña, parece tener una versión más moderna con el servicio de cátering de una conocida empresa gastronómica proveedora de asados, pero envuelve el mismo concepto utilitario y prebendario de manipular las necesidades del elector, antes que confiar en su conciencia cívica y en su libertad para elegir.
Los otros puntos cuestionables incluyen el gran monto de dinero invertido en la organización del evento y la falta de transparencia acerca del origen de los fondos para pagarlo. El candidato respondió que los costos se pagaron a través de la autogestión, sin brindar cifras, pero los medios sostuvieron que tan solo a la empresa que preparó el asado se le abonaron 180 millones de guaraníes, y que, según el dirigente Beto Melgarejo, uno de los organizadores, parte del dinero fue aporte de la Itaipú Binacional, un dato que debe ser debidamente aclarado, ya que implicaría una total irregularidad.
Más allá de los detalles del caso, lo ocurrido debe llamar la atención de los dirigentes, principalmente del oficialismo. Reeditar este tipo de ritos, que ya debían haber sido superados por un ejercicio político más civilizado, no ayuda en nada a mejorar la democracia. Por el contrario, solo alimenta los temores de quienes temen el regreso de algunas prácticas dictatoriales, teniendo en cuenta que el candidato colorado es hijo de uno de los principales dirigentes del stronismo. Es un recelo que debe ser rebatido con una acción política diferente.