Sergio Cáceres Mercado
Desde El conjuro, seguimos retrocediendo en el tiempo. La primera precuela explicaba el inicio de las maldades de Annabelle. Ahora nos encontramos con la historia que nos remonta al tiempo en que la diabólica muñeca fue creada.
Con una reconstrucción de época excelente, retrocedemos hasta la casa de un constructor de muñecas artesanales. Su enorme vivienda, enclavada en la cima de una colina, será el escenario de un drama familiar que encenderá una presencia maligna. La llegada de seis niñas y una monja para vivir como huéspedes en la casa desatará algo que estaba dormido por años. Hay que destacar la excelente performance de las niñas, víctimas elegidas por el ser demoniaco que posee a Annabelle. La aparición de la muñeca y la maldición que la rodea por fin son reveladas. Y desde este momento la originalidad pierde terreno ante los conocidos clichés. Y no solo en la muñeca ocurre esto, sino con la trama principal. Sin embargo, esto no es obstáculo para que la película siga dando sus buenos sustos. Recurriendo a elementos clásicos y a otros nuevos tomados del cine japonés, más de uno saldrá satisfecho en este sentido. Desde El conjuro, Annabelle ha aparecido en las pesadillas de más de un espectador, fría, sin jamás moverse y hacer la más mínima expresión. Este recurso ha sido su mayor éxito. ¿Ha llegado el final de su maldad o seguirán ahora las secuelas luego de haberse agotado las precuelas? Por el momento, no hay ninguna señal de que esta terrorífica historia continúe, aunque sus admiradores seguramente pedirán verla una vez más. (* * */ Buena).