El Gobierno acumuló cosas por hacer y no planificó problemas nuevos que resolver. Lo que tenemos es una inflación de pendientes que puede acabar con la paciencia de la gente y de los políticos que, devaluados como están, requerirán de una víctima que sacrificar para que todo siga igual.
La eficacia del Gobierno es hoy la base de su legitimidad. Importa poco el color, lo que interesa es que haga las cosas que deba hacer y para eso el presidente tiene que adoptar un rol más activo. Él debe ser el timonel con todas las consecuencias del cargo. Se mojará, se ensuciará, se quemará al sol y también tendrá su mérito cuando los remeros crucen la meta. Pero no se puede gobernar a la distancia y sin descontentar.
Describir lo que está mal no es suficiente ni permite ganar tiempo. Es una muestra de incompetencia y de debilidad, pero también de cinismo.
El que afirma que la “calle es un mierda” –como lo dijo el titular de la Essap, Ludovico Sarubbi, sin que se le mueva un músculo–, le hace un flaco favor al Gobierno que fue elegido para ser eficaz. Solo por decir eso en un equipo serio hubiera estado afuera por incompetente y asumido.
Los remeros obedecen al timonel que como ellos hacen la tarea todos los días bien temprano. Hay que ponerse enfrente de la tarea. Gobernar es que le traigan a uno problemas permanentemente. Esta no es una empresa que se delega a gerentes, que si no hacen lo que deben pierden el puesto.
Si quisiéramos parangonar con lo mismo al Gobierno, muchos hace rato tendrían que haberse ido aunque eso suponga el fracaso en su designación.
No hay situación peor que mantener a un inepto asumido solo porque echarlo tendría un costo personal. El mayor costo es mantenerlo en el cargo y sufrir las consecuencias de quien no tiene ideas de cómo mover la institución a su cargo.
La democracia juega su destino en la capacidad de gestión. Los timoratos, corruptos y torpes son los que hundirán más temprano que tarde este sistema que vino con la idea de que los mejores harían mejor las cosas que una dictadura llena casi siempre de adulones y chupamedias.
No entender esto es condenar a este sistema político de oportunidades al fracaso.
El Paraguay y varios países en el mundo tienen la necesidad de que el Ejecutivo esté en el bote siempre con los remeros que son sus administradores.
Entendemos que debe tener un sistema que permita que la relación los vuelva eficientes y no como ese presidente –que hoy funge de embajador– que despertaba a sus ministros a la madrugada para convocarlos a reuniones dominadas por el sonambulismo y la incompetencia.
El timonel tiene que estimular, criticar, sancionar y modificar el equipo cuando sea necesario. Un equipo de 8 pares de remeros... no compite sin alguien enfrente a ellos que moje la camiseta como se debe.
“La mierda llegó a la calle” y se cobró dos víctimas extranjeras en el Norte. Las cosas no están bien y los fusibles deben saltar. No hacer los cambios que se requieren, sumen al bote, los remeros y al público en un desconcierto general, dominado por el miedo y la incertidumbre, que son los peores lastres de cualquier gobierno.