19 abr. 2024

Encuestas, más allá de la carrera de caballos

Estela Ruiz Díaz

Las encuestas sobre las posibilidades electorales de los candidatos presidenciales empiezan a tomar protagonismo y aparecerán periódicamente para infarto de unos y triunfalismo de otros. Es una herramienta fundamental para conocer el posicionamiento de los candidatos, la preferencia de los ciudadanos, el comportamiento por segmentación social, geográfica, pero a la vez es una poderosa arma de propaganda electoral.

Es un aspecto más en la complejidad de una campaña electoral, especialmente cuando se trata de primarias presidenciales o elecciones presidenciales, cuyo debate exige más esfuerzo retórico que una interna para elegir al presidente del partido.

Este diario publicó días pasados resultados sobre las internas coloradas. En la encuesta, Mario Abdo Benítez supera por 23 puntos al candidato cartista Santiago Peña. Una cifra significativa que golpeó con fuerza al centro de poder.

Como era de esperarse, la disidencia festejó y el cartismo, con su holding de medios, buscó desacreditar los resultados, interconectando ramas en el árbol genealógico entre la consultora CIES/Ibope y el candidato disidente. Peña se vio obligado a recorrer las radios al día siguiente en un intento infantil para desmentir los resultados. Dijo que no tiene “pie ni cabeza”, para agregar, contradictoriamente, que en “su” encuesta está 4 puntos arriba, sin aclarar qué empresa hizo.

En un segundo golpe, la encuesta del mismo diario daba amplia ventaja al ex presidente Nicanor Duarte Frutos en la intención de voto para el Senado y en un lejano tercer lugar al presidente Cartes. En segundo lugar aparece el disidente Luis Castiglioni, y en cuarto lugar el vicepresidente Juan Afara. La suma de los tres equivale al 71 por ciento de voto antioficialista.

INFLUENCIA. Todo encuestador aclara que los guarismos son “fotografías del momento” y por tanto deberían tomarse en su justa medida y con prudencia. Que un resultado no garantiza la victoria, para lo cual los elementos más importantes son la estructura y el dinero. Un candidato debe tener capacidad de convertir la intención de voto en voto real y luego cuidar los votos. De nada sirve tener un alto porcentaje del electorado si no se tiene el ejército de integrantes de mesa y veedores para custodiar el sufragio. Un candidato puede ganar en la encuesta, ganar en el voto, pero perder en el conteo donde los integrantes de mesa, sin la participación de la contraparte, directamente varían los resultados a favor de su candidato. La famosa “cargada de urna”. Sin descartar, el soborno, muy típico en estas lides. En nuestro sistema electoral, el único documento válido son las actas porque los boletines de voto, apenas finaliza la votación, se convierten en basura electoral.

Muchas veces se atribuye erróneamente el error a la encuesta. La derrota puede ser por incapacidad operativa en el día D.

Hace tiempo que la encuesta está en el ojo de la tormenta no solo por los errores sino también por ser una mercancía. Los mismos consultores admiten que hay encuestadoras serias y otras que venden resultados. Tanta es la importancia que se le da que pocos políticos se resisten a la encuesta propia. “Tengo que tener, sino los operadores te dicen que ni en las encuestas aparezco”, admitió una vez un candidato.

Lo que en ninguna parte del mundo se confirmó es si una encuesta impacta en la decisión del voto, porque así como existe el efecto de sumarse al ganador, también existe el efecto de sumarse al más débil. En un contexto electoral hay que sumar también el “voto útil”, que generalmente se da cuando existe un tercer candidato, pero sus seguidores deciden apoyar a uno de los dos punteros, o cuando el electorado opta por el menos malo.

En el caso de la ANR no hay tercero en discordia entre Marito y Santi, por tanto la polarización es mucho más alta.

EL DISCURSO. Dicen los consultores que el candidato que logra instalar su tema de campaña es el que gana. Peña basa su discurso en el “modelo” del actual Gobierno, por tanto es la continuidad de Cartes en toda su expresión; mientras que Abdo Benítez apunta a la tradición, a la militancia y a la falta de autonomía del candidato.

Sin ser candidato presidencial, Nicanor se cuela en la campaña con un discurso virulento, buscando desmontar el modelo oficialista. Se declara socialdemócrata, “nacional y popular” y es sin dudas el que da contenido ideológico al discurso. Aunque está en la vereda de enfrente del cartismo, tampoco pide, por ahora, voto para Marito porque considera que no tiene diferencias fundamentales con el oficialismo.

EL VOTO REAL. Más allá de la polvareda que levanta, la encuesta no decide ninguna elección y es un error del candidato basar su campaña en los guarismos porque muchas veces falla en los pronósticos. En el mundo han golpeado tres hechos políticos que pusieron en duda la credibilidad las encuestas: el brexit, donde no lograron percibir el rechazo hacia la Unión Europea; las elecciones en EEUU con Donald Trump, y el rechazo al acuerdo con las FARC en Colombia. En Paraguay hay también varios ejemplos.

La encuesta es una herramienta electoral, y un arma poderosa. Se equivoca el candidato que cree en ella como una verdad sacramental y se equivoca el candidato que la rechaza porque no le beneficia.

Una mirada inteligente es interpretar las cifras para trabajar las fortalezas y debilidades. Un sondeo dice mucho más allá que la carrera de caballos.

Por lo tanto, candidatos y votantes, ajústense los cinturones y enfríen la cabeza porque la temporada de encuestas ha comenzado.

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