20 abr. 2024

El rector Narciso y la paz universitaria

Alfredo Boccia Paz – galiboc@tigo.com.py

Es el paro más largo de la historia de la Universidad Católica. Cuando hace casi dos meses el presbítero Narciso Velázquez comunicaba a un decano su desvinculación de la institución, no se imaginaba que estaba dando inicio a una insólita reacción. Filosofía es una facultad pequeña y sus alumnos no son seres sobrenaturales. Por más tozudos que fueran, no lograrían mantener una medida de fuerza por tanto tiempo si no existieran otras razones. Vale la pena ensayar alguna explicación.

Lo primero resulta obvio: José Antonio Galeano es un profesor apreciado y respetado; de lo contrario, no se generaría el enojo estudiantil y docente. Cabe suponer que el prestigio y la aceptación de quien lo sacó del cargo son inversamente proporcionales a los del despedido.

Aun así, la reacción parece desmedida, salvo que existieran conflictos antiguos y soterrados que emergieron a raíz de la jubilación forzada de Galeano. El docente José Miguel Verdecchia no dudó en calificar al conflicto como ideológico. Forma parte del enfrentamiento entre un modelo abierto y menos dogmático y una estructura ultraconservadora que hace años tiene maniatada a esa universidad.

El arzobispo Edmundo Valenzuela lo tiene claro: “La Universidad Católica está inspirada sobre la Iglesia, no está fundada sobre el concepto de democracia”. Esta idea está lejos del verdadero fin de toda universidad: la búsqueda de la verdad. Y a años luz del rol de las universidades católicas en la construcción de sociedades más humanas, democráticas y justas. Estas no pueden desentenderse de la sociedad en la que están inmersas; la democracia y la justicia no pueden ser problemas lejanos o accesorios, sino que deben ser temas centrales en la formación de los estudiantes. Aspirar a esto y a una mayor participación en las decisiones no es querer “cambiar la identidad de la Universidad Católica”, sino intentar recuperar su papel ante los retos de nuestra realidad concreta.

Si bien existe esta cuestión de fondo, que aviva subterráneamente la protesta, debo reconocer que la misma no hubiera durado tanto si no estuviera alimentada por la secuencia de gestos arrogantes, torpes y autoritarios del propio rector Narciso y su pequeño entorno de asesores. Con una visión provinciana y limitada, primero subestimaron la respuesta de los alumnos y luego intentaron apagar el incendio con nafta. De la larga lista de despropósitos en el manejo de una crisis universitaria sobresale la denuncia ante la Fiscalía a varios miembros de la comunidad universitaria, extremo al que hasta Stroessner evitaba llegar.

Es poco probable que José Antonio vuelva al decanato. La Iglesia es una institución que admite errores solo varios siglos después. Pero tampoco es posible que el resistido presbítero Narciso siga al frente. Hace unos días sostuvo que no llegó al cargo por concurso, sino por mandato de sus superiores. Y antes había dicho que “renunciaría si ello trajera la paz a la Universidad Católica”. Casi dos meses después, quizás haya llegado el tiempo de hacer algo por la paz.