EFE
En su homilía, recordó que, de camino a la cruz, Jesús de Nazaret “experimenta en su propia piel también la indiferencia, pues nadie quiere asumir la responsabilidad de su destino”.
“Pienso en tantos marginados, en tantos refugiados... y también en tantos que no quieren asumir la responsabilidad de su destino”, dijo Francisco.
Jorge Bergoglio inauguró hoy los ritos de la Semana Santa con la procesión de las Palmas y la posterior misa del Domingo de Ramos, en la Plaza de San Pedro del Vaticano.
Ante los miles de fieles que acudieron a escucharle, recordó cómo cuando Jesús de Nazaret entró a Jerusalén “la muchedumbre” lo acogió con “entusiasmo, agitando las palmas y los ramos de olivo” y al grito de "¡Bendito el que viene en nombre del Señor!”.
Pero también aludió a la posterior “humillación” que sufrió durante la Pasión, a la que siguió la Muerte y la Resurrección.
“La humillación que sufre Jesús llega al extremo en la Pasión: es vendido por treinta monedas y traicionado por un beso de un discípulo que él había elegido y llamado amigo. Casi todos los otros huyen y lo abandonan; Pedro lo niega tres veces en el patio del templo”, sostuvo.
Rememoró cómo “sufre en el cuerpo violencias atroces, los golpes, los latigazos y la corona de espinas desfiguran su aspecto haciéndolo irreconocible” y cómo Poncio “Pilato lo envía posteriormente a Herodes, y este lo devuelve al gobernador romano; mientras le es negada toda justicia”.
“Llega de este modo a la muerte en cruz, dolorosa e infamante, reservada a los traidores, a los esclavos y a los peores criminales”, agregó.
En esta jornada, que supone el inicio de la fiesta cristiana, Francisco pidió a los asistentes que tengan siempre presente que Jesús salvó a los hombres “de los lazos del pecado, de la muerte, del miedo y de la tristeza” y que “renunció a la gloria de Hijo de Dios y se convirtió en Hijo del hombre, para ser en todo solidario” con los hombres “pecadores”.
Por ello, apuntó, los fieles católicos están llamados “a elegir su camino: el camino del servicio, de la donación, del olvido de uno mismo” para así “aprender el amor humilde, que salva y da la vida, para renunciar al egoísmo, a la búsqueda del poder y de la fama”.