La cerrazón política y mental que afecta al país se densa cada vez más.
En medio de tanta neblina generada por la idea de la reelección vía enmienda –que acabó siendo un globo sonda y una cama húmeda para los incautos–, es importante buscar claves que permitan entender cuál es la realidad que se avecina. Y por las señales que van apareciendo, no parece halagüeña.
El frenesí pro y antienmienda se enfrió. Algunos se creyeron vencedores y otros recapitulan discursos para no sentirse vencidos. En esencia es el Paraguay el que acabó tremendamente derrotado en esta absurda contienda.
El martes, Horacio Cartes ensayó una arenga convocante en sede de la ANR, Partido Colorado. Sin embargo, no ocultó que estaba enojado consigo mismo y terminó en diatribas y amenazas. Su orgullo de empresario autoritario y arrogante estaba herido. Era evidente que su reculada con la enmienda –aunque prefirió decir que a sus pretensiones de candidato para 2018– no se debía solo a la injerencia estadounidense y vaticana, execrables, sino ade- más al desagrado que generó en un importante sector de la población (traducido en posi- bles votos en contra en las urnas), ya por el desprestigio de su mala gestión, por la acción de los medios de comunicación y/o por la campaña de los antienmienda. Y, finalmente, por las discusiones internas del Partido Colorado, agrupación que alquiló entre 2011 y 2012 para llegar a la presidencia de la República en la que pretende perpetuarse.
El proyecto de enmienda constitucional para reelección sigue su curso agónico en Diputados, que ayer blanqueó la decisión de 25 senadores y pasó a comisión el documento. Dependerá de cómo Cartes abra la billetera y desinflame la pústula política para que salga fortalecido o muera definitivamente, llevándose consigo los sueños reelectorales de Fernando Lugo, posiblemente, el más vapuleado y madrugado en este juego perverso por el poder.
Todas las facciones coloradas ya emprendieron la cíclica tarea de reagruparse. No tienen drama en tragarse sapos y tiranosaurios, en pos del poder prebendario y los cargos. En el 2018 estarán detrás de algún ñakyrã pire, aunque sea el mismísimo Cartes, Mario Ferreiro o Marito, el nieto putativo del stronismo.
En el otro carril, la oposición variopinta –tanto la que estuvo en maridaje o en enojoso divorcio con el cartismo– está dispersa y enfrentada. Golpistas de viejo y nuevo cuño, se odian como viudas del poder, pero igual están a la pesca de algún pedazo de zoquete.
El empresario presidente anuncia un muro colorado, mientras el país se cae a pedazos.