Siempre dije –y lo escribí más de una vez– que el Parlamento Nacional en realidad es una maqueta del país, de la sociedad en la que vivimos. Quizás con algunos sectores sobrerrepresentados y otros subrepresentados, pero en general no muy diferente a lo que somos como nación.
Si no aceptamos y reconocemos que el Congreso que tenemos es un espejo que refleja nuestros defectos y virtudes –con algunas distorsiones, es verdad, pero reflejo al fin– como conglomerado, difícilmente, las cosas vayan a cambiar, en breve.
Y seguro que nuevos y más Carlos Portillos seguirán llegando no solo a instalarse en el Congreso, sino en todos los espacios de decisión, tanto públicos como privados.
El compromiso del cambio tiene que surgir de todos, empezando, eso sí, por los propios gobernantes (y aquí la responsabilidad primera es de Horacio Cartes y su gabinete que prometieron nuevos rumbos), la dirigencia del país, tanto la pública como la privada, siguiendo con las universidades y los centros de formación (hoy en grave crisis).
Le doy un ejemplo: En este dichoso país, todo el mundo quiere vivir del Estado. Ese es el gran sueño. Ricos, no tan ricos, pobres y no tan pobres, de centro, de derecha o de izquierda, a todos les encanta esquilmarlo, ocupando espacios para cobrar jugosos salarios haciendo poco o nada, o ganando millonarios contratos para obras que luego o no concluyen o si concluyen se vienen abajo en pocos meses porque se usaron materiales de baja calidad y al final no hay castigos.
El esfuerzo general no apunta a capacitarse, formarse, educarse, ser mejores ética e intelectualmente. El esfuerzo es por estar cerca del mandamás de turno y así aprovechar “los beneficios” que aportan esa cercanía (amiguismo, chonguismo, clientelismo). En ese contexto, definitivamente, JAMÁS LLEGAN LOS MEJORES.
Insisto, no hablo solo del sector público; el privado es igual, en él se reproduce el mismo esquema. ¿Por qué? Porque el problema es cultural.
No pretendo con esto disculpar a Portillo. Por el contrario, creo que debe ser juzgado y castigado. El partido que lo incluyó en su lista, el PLRA, está obligado a solicitar su desafuero ya mismo. No puede seguir como diputado.
Pero, paralelamente, como sociedad, ¡por favor comencemos a hacer bien los deberes y dejemos de comportarnos como tribu!