30 abr. 2024

Diálogos para la productividad

Diálogos para la productividad es el nombre dado a una interesante iniciativa impulsada por el Gobierno de Chile, de manera a intercambiar ideas en ese país con el sector privado sobre este tema tan clave.

Por Yan Speranza

Por Yan Speranza

Buscan de esa forma identificar, con mayor precisión y consenso, las medidas que deben ser impulsadas para sostener el crecimiento de determinados sectores económicos, en un contexto global que se espera más complicado para los países que la década anterior.

Se trata básicamente de desarrollar una agenda de innovación y crecimiento, pero en el marco de un diálogo abierto con el sector privado, proveniente de diversos sectores y rubros.

En nuestro país, tratar sistemáticamente y con rigurosidad la cuestión de la productividad es aún una tarea pendiente y, en general, es un tema sobre el cual debatimos poco.

No tenemos análisis ni estudios exhaustivos sobre los niveles de productividad en diversos sectores. Tampoco sabemos con exactitud cuáles son los factores que generan ganancias o pérdidas de productividad.

En palabras del premio Nobel de Economía, Paul Krugman, “la productividad no lo es todo, pero en el largo plazo, es casi todo. La capacidad de un país de mejorar sus niveles de vida depende, casi enteramente, de su capacidad para elevar su producción por trabajador”.

La clave para un crecimiento sostenible reside en gran parte en la productividad, por lo cual se vuelve muy relevante entender e impulsar todo aquello que contribuye a incrementarla y, por supuesto, tratar de evitar y eliminar lo que lo reduce.

Un punto de partida para trabajar el fomento de la productividad está dentro de las propias empresas. Y a ese fin, existen factores controlables por las mismas que pueden permitir mejoras en este aspecto si se lo proponen.

El uso inteligente de la tecnología, la apuesta por la innovación constante, la formación continuada y permanente del capital humano son, entre otras, cuestiones básicas que muchas empresas adoptan autónomamente como parte de su modelo de gestión y efectivamente ganan en productividad.

Sin embargo, el contexto fuera de la empresa, el entorno en donde le toca operar –y que ya no resulta controlable por ella–, puede afectar de manera sustancial esas ganancias de productividad, fruto de su buena gestión interna. Y es en este entorno en el que un Estado pesado, poco eficiente y con serias limitaciones, conspira contra la necesidad de mejorar global y estructuralmente los niveles de productividad a nivel país.

Esto se traduce en cuestiones como una infraestructura pésima, inseguridad jurídica y ciudadana, sistema educativo con bajo nivel de calidad, burocracia poco profesional, corrupción, improvisación, etc.

Sectores claves de nuestra economía, y que inciden en nuestro crecimiento sostenido en la última década –como, por ejemplo, la producción de granos y de carne–, han tenido enormes ganancias de productividad y además se han visto favorecidos por precios internacionales muy favorables.

Para lo que se viene hacia adelante, las condiciones serán bastante diferentes, pues los precios serán definitivamente más bajos –como de hecho ya está ocurriendo– y las ganancias de productividad más fáciles de conseguir, probablemente ya fueron obtenidas en gran medida.

Por lo tanto, ahora debemos trabajar desde una perspectiva mucho más integral, dentro de las empresas pero también en el entorno. Y para el efecto precisamos de otro tipo de Estado, más abierto, dialogante e interactivo. En las condiciones actuales, nuestro Estado se ha vuelto muy disfuncional para el desarrollo y hay una responsabilidad enorme de la clase política en todo esto.

Sin embargo, vivimos un tiempo en donde parece posible incidir para construir un modelo diferente y ojalá seamos capaces de plantear con firmeza e inteligencia temas claves como la productividad. Por ello, ¡qué bien nos vendría replicar por ejemplo esta experiencia chilena!

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