Sobre el asunto me hizo pensar el sargento con quien me encontré ocasionalmente. El hombre estaba molesto porque, cuando hay desfile, le hacen comprarse uniforme nuevo, que es un gasto considerable para sus recursos y para los de sus camaradas. ¿Para qué el desfile?, preguntó. Para demostrar la capacidad operativa del ejército paraguayo, le respondió un superior. El sargento no le dijo al superior lo que pensaba porque el ejército es una institución vertical, no deliberante y no quería recibir un reto e incluso un castigo.
¡Qué operatividad, si la Aviación no tiene nada!, me dijo el uniformado, agregando: ¡Yo estuve en el destacamento militar de Pedro Juan Caballero, y le puedo asegurar que su cuartel da lástima! No es solamente el edificio, es que no tiene los recursos necesarios para trabajar como debe. ¡Puede pasar un camión cargado de drogas sin que los militares hagan nada, no tienen capacidad para controlar! ¿Por qué no arreglan ese y otros puestos del interior antes de organizar paradas?
Según el sargento, se gasta dinero en lo que no hace falta y después se quiere ahorrar a expensas de los de rango inferior; por ejemplo, se les disminuye el pago por exposición al peligro, que resulta muy pesado para personas con sueldos ya bastante bajos. Al mismo tiempo, hay sueldazos para quienes ocupan ciertos cargos superiores, incluso, para los que no hacen nada; hay demasiados empleados oficinistas con relación a los uniformados; hay demasiados oficiales con relación a los soldados. En vez de arreglar eso, ¡fiestas y desfiles!
No conozco la situación del ejército, pero si lo que me dijo el sargento es verdad, allí pasa lo que pasa en el resto del país: la gente se ve obligada a marcar el paso porque no tiene opción. De tanto en tanto algún diplomático, algún economista, algún canal internacional nos explican lo bien que está el Paraguay. La CNN, en un programa televisivo del 14 de octubre de 2015, se refirió al “milagro paraguayo”. Esto me recuerda los elogios del FMI: el Paraguay es el asombro del mundo, publicados con gran destaque por el diario Patria el 11 de noviembre de 1959. Los paraguayos no estaban de acuerdo, pero ¿qué importancia tenía? Entonces, sin embargo, había unos dos millones de habitantes en el país, y se podían malgastar los recursos naturales (arrasar los bosques, por ejemplo) sin sentirse las consecuencias.
Ahora somos muchos más, y la destrucción ambiental se siente hasta en las zonas urbanas, donde vive más gente en condiciones menos saludables.
Solamente en combustible se gasta una fortuna en un desfile, me dijo el sargento. Con el precio en dinero, está el ecológico: ¿cuánto más se contamina el aire con un gasto adicional de combustible? O para verlo desde otro punto de vista, ¿cuánto daño hace a la salud la contaminación extra del aire? En Francia mueren 48.000 personas al año a causa de las partículas emitidas por los tubos de escape de los autos viejos (anteriores a 1997); por eso, París ha prohibido la circulación de esos autos. Allá existe un excelente servicio de transporte público, y el nivel de vida es más alto; quizás no podamos aplicar aquí una decisión tan drástica, pero algo debemos hacer en vez de seguir con los desfiles, paradas, fiestas y discursos innecesarios.