Mientras el Ministerio de Educación y Cultura aprobaba licitaciones de cocido negro a 40.000 guaraníes el litro y chipitas a 80.000 el kilo para reuniones internacionales en hoteles cinco estrellas en Asunción, a 437 kilómetros al norte, en la ciudad de Loreto, Concepción, se estaba terminando de derrumbar el techo de tres aulas en el Colegio Nacional John F. Kennedy, dejando a 400 niños y niñas sin lugar donde estudiar.
Hace más de un año que el colegio Kennedy se viene cayendo a pedazos. Todavía quedan tres aulas en pie, pero los papás y las mamás prefieren ya no enviar a sus hijos, por temor a que el techo de estas también se derrumbe sobre sus cabezas, tal como trágicamente sucedió el año pasado en un colegio nacional de Lambaré. Hace más de un año que la coordinadora departamental del MEC les prometió a los pobladores que el Kennedy se repararía, pero hasta ahora nada ha ocurrido.
No es el único caso en Loreto. En octubre del 2015, en un aula de preescolar de la escuela San Vicente, las tejas del techo empezaron a caer en plena clase, cual lluvia de escombros, causando el pavoroso griterío de niños y niñas. Por fortuna se dieron cuenta a tiempo, se pusieron a salvo rápidamente y ninguno resultó herido.
Ante este panorama de abandono en tantas escuelas y colegios, con tanto dinero del Fondo Nacional de Inversión Pública y Desarrollo (Fonacide), que estaban destinados originalmente a mejorar las estructuras del sistema educativo y que, sin embargo, han ido a parar a las cuentas bancarias particulares de intendentes municipales y gobernadores ladrones –a los que no solamente no se los castiga debidamente en la Justicia, sino que se los premia en Diputados, permitiendo que sigan disponiendo generosamente de esa plata–, resulta más que lógico que la gente se enfurezca cuando una investigación periodística de Última Hora saca a luz una licitación como la del cocido de oro.
La soberbia postura de la ministra Marta Lafuente, al plantear que 200 millones de guaraníes es muy poca plata (¿cuánto de útiles o de merienda escolar pagaría?), o que los precios superabultados son normales cuando están destinados a reuniones internacionales en hoteles de cinco estrellas, solo ayudó a elevar aún más el nivel de indignación ciudadana, generando ingeniosas respuestas como la de los estudiantes de la Fenaes, que le dieron cátedra de ahorro y austeridad.
Cocido de oro y educación de lata. La justicia aún debe dirimir si hubo hecho punible, y actuar en consecuencia, pero sin duda aquí hubo una pésima gestión ministerial.
Por el contrario, la denuncia y su efecto, al lograr suspender la licitación, fortalecen la importancia social del periodismo y la movilización ciudadana, favoreciendo a la transparencia y a la democracia.