El presidente Horacio Cartes inicia mañana su quinto y último año presidencial en medio de un descontento ciudadano generalizado y una crispación política que desdibuja su imagen ante la opinión pública.
Comparado con cuatro años atrás, cuando asumía en medio de un alto nivel de popularidad, el mandatario tiene un bajón importante. Atrás quedó el apoyo político traducido en proyectos de leyes que se aprobaban casi sin trámite.
Logró en tiempo récord la aprobación de la Ley de APP, la Ley de Seguridad Nacional y la de Responsabilidad Fiscal.
Hoy el panorama es totalmente opuesto, ya que el mandatario, tras una presión ciudadana casi sin precedentes, tuvo que recular en su intención de instalar la reelección presidencial, vía enmienda.
Como secuela queda la imagen manchada por el asesinado de Rodrigo Quintana y el asalto al local partidario del PLRA, así como la represión a ciudadanos que se manifestaban, hecho que trascendió las fronteras y mereció, recientemente, un llamado de atención de una de las comisiones de la ONU.
Por otro lado, los campesinos llevan más de un mes apostados en el microcentro de Asunción, reclamando la condonación de sus deudas.
El Congreso sancionó la ley, pero el presidente no solo la vetó, sino que dijo que los campesinos “vienen a molestar” en Asunción.
A todo ello se suma la guerra interna de la ANR donde, tras el fracaso de la reelección, Cartes impuso como precandidato presidencial de Honor Colorado a Santiago Peña, de reciente afiliación al Partido Colorado.
Con el mismo método (imposición), otorgó la precandidatura a la gobernación de Central al comunicador Rubén Rodríguez.
Este hecho finalizó abruptamente porque Rodríguez declaró que recibiría de Carter casi 100 millones de guaraníes al mes por cinco años.
Otros frentes hostiles al mandatario se reflejan en su intervención en la crisis de la Gobernación de Guairá, así como el claro enfrentamiento interno en departamentos de gran importancia política como Alto Paraná, Paraguarí y Concepción.