25 abr. 2024

20 años de solidaridad con las escuelitas de Ñeembucú

VIDEO. Un reportaje sobre niños descalzos caminando kilómetros para llegar a aulas en ruinas, publicado en 1995, motivó a la educadora paraguaya Olga Ortúzar Monello, residente en North Palm Beach, Estados Unidos, a ser madrina de tres escuelitas en Villalbín, Ñeembucú, a las que visita cada dos años con aportes. A 20 años de esta cruzada, ÚH acompaña a Olga en su viaje número 11 y relata esta historia de solidaridad con la educación.

alga 3.jpg

Foto: Fabián Fleitas

Por Andrés Colmán Gutiérrez - @andrescolman

Video y edición: Fabián Fleitas


Embed

La foto fue obtenida en algún punto de la ruta entre Pilar y Laureles, a pocos kilómetros de la localidad de Villalbín, departamento de Ñeembucú, a 427 kilómetros de Asunción.

Era un camino de arena blanca en medio de un campo desolado, por donde niños y niñas con uniformes escolares, pero sin zapatos, avanzaban caminando bajo el sol.

La camioneta de Última Hora fue utilizada como improvisado transporte escolar para acercarlos hasta la escuelita de la compañía San Sebastián, una precaria edificación de tres habitaciones, dos de ellas utilizadas como aulas por los alumnos de los seis grados y la más pequeña como vivienda del único maestro y director, Nimio Espínola.

Embed

Aquel reportaje, el primero de una serie denominada “Territorios del olvido”, se publicó en las páginas 30 y 31 de Última Hora, en su edición del viernes 1 de setiembre de 1995, con el título: “Ñiños descalzos avanzan por los caminos de la reforma educativa”.

Un viajero compatriota que llegó hasta Palm Beach, en el estado de Florida, Estados Unidos, de visita en casa del matrimonio formado por el norteamericano Joe Monello y la paraguaya Olga Ortúzar, dejó un ejemplar de aquella edición de ÚH a la dueña de casa, para que pudiera leer las noticias de su lejano país.

“Yo llevaba 30 años viviendo en Estados Unidos. Soy maestra y aunque ya estaba jubilada, continuaba dando clases a niños y niñas en mi comunidad. Cuando leí aquel reportaje, con las fotos de los alumnitos descalzos y las escuelitas olvidadas, me sentí muy conmovida y le dije a mi marido, Joe: ‘Quiero hacer algo por estos chicos, llevarles alguna ayuda’. Él me dijo: '¡OK, vamos!’. Así empezó todo”, recuerda Olga.

La educadora se puso en contacto con el periodista autor del reportaje, lo cual puso en marcha el “operativo madrina Olga”.

Embed

La primera visita sorpresa, hace 20 años

Olga Ortúzar Monello les contó a sus amigas norteamericanas de Palm Beach sobre aquellas escuelitas con niños descalzos y logró que todas se dispongan a ayudar.

Entre encuentros para tomar el té y cenas entre amigos, fue recolectando útiles escolares, ropas, zapatos, alimentos.

Olga había leído en la crónica de ÚH que aquellos niños, huérfanos de materiales didácticos, no conocían la verdadera forma del mundo, porque nunca habían visto un globo terráqueo, así que se preocupó de conseguir uno. De ese modo, los niños y niñas de San Sebastián recibieron el primer globo terráqueo para sus clases de geografía.

Embed

La primera visita de Olga Ortúzar y su marido Joe Monello se realizó en 1996 y fue una sorpresa para el maestro Nimio Espínola y sus alumnos. El ingeniero civil Juan Alberto Migliore y su esposa Selva, parientes de Olga, fueron quienes organizaron la expedición desde Asunción. Un móvil de ÚH les hizo de guía para hallar la escuela. “Nunca voy a olvidar la carita de aquellos niños y niñas en ese primer viaje, sobre todo cuando calzábamos con sus nuevos zapatos a esos pies descalzos y salían con una sonrisa a mostrarlos. No era tanto el valor material de lo que les dábamos, sino saber que una persona los tenía en cuenta y les daba afecto, desde tanta distancia”, recuerda Olga.

Aquella primera jornada significó un pacto de compromiso para la familia Monello-Ortúzar. La educadora les hizo la promesa de que regresaría desde Estados Unidos a visitar la misma escuela cada dos años. Los niños le adoptaron como “la madrina Olga”.

Un viaje hacia la solidaridad

Desde entonces, Olga fue agregando a otras dos escuelitas de Villalbín en su ruta solidaria. Con el tiempo se hizo madrina, además de la de San Sebastián, que ahora se llama oficialmente Escuela N.° 2.596 Pedro Pablo Acosta, de la N.º 7.200 Estanislaa Vega, de Villalbín, y de la Escuela San José Artesano, de Isla Yrybú.

“Para nosotros ha significado un estímulo muy importante, porque generalmente no recibimos nunca ni siquiera la visita de nuestras autoridades, pero ver que una mujer compatriota, colega nuestra en la educación, que vive a miles de kilómetros en Estado Unidos, se preocupa por la suerte de la educación paraguaya en una zona generalmente olvidada del Paraguay, nos ha ayudado a esforzarnos por ser mejores”, dice el maestro Isidro Fernández, director de la escuela de Isla Yrybú.

Esta vez, todos los alumnos de las tres instituciones esperan a Olga en la escuelita Estanislaa Vega, en el centro urbano de Villalbín. El edificio es relativamente nuevo, pero hace un año las paredes empezaron a romperse y los chicos tuvieron que mudarse para dar clases en un tambo municipal, esperando que el local sea reparado. Hubo acusaciones de desvío de los recursos del Fonacide, que sin embargo no se investigaron.

“Hay pocos recursos, pero lo que tenemos tratamos de utilizarlo de la mejor manera posible. Hace poco, una tormenta arrancó el techo de nuestra cocina y comedor. Aún no logramos reparar totalmente, pero aún así les ofrecemos el almuerzo a nuestros niños y niñas”, indica la directora de la escuela, Dalmi Vera.

Varios alumnos y alumnas, vestidos con ropas típicas, dedican poemas y canciones a la madrina que llega de visita, luego bailan el chopí. En seguida, Olga les pide que formen filas y les va llamando de a uno, entregándoles las bolsas de regalo personalizado, con pares de zapatos, prendas de vestir, útiles escolares, juguetes y golosinas.

“Al principio traíamos los regalos de manera genérica, pero encontramos dificultades para encontrar el talle o el calce que les sirva. Entonces adoptamos un sistema más planificado, yo contactaba meses antes con los profesores, que me enviaban como unas fichas de los alumnos y alumnas, con todos sus datos, y así les podíamos buscar los zapatos y las ropas a medida y traerles elementos que realmente les van a ser útiles”, explica Olga.

El club de los ahijados y ahijadas

Al atardecer, en el restaurante Míster Kombi de la ciudad de Pilar, se produce un encuentro muy emotivo. Varios chicos y chicas, ya en edad adulta, llegan para abrazarse con Olga y Joe, y compartir una rica merienda.

Se trata de varios de los que hace dos décadas eran niños y niñas escolares de corta edad, alumnos de aquellas escuelitas olvidadas, cuando recibieron las visitas de la “madrina Olga”. Ahora en su mayoría ya están siguiendo carreras universitarias y trabajando en varios lugares.

Embed

“A mí la visita de esta señora me marcó muy profundamente, me dio fuerzas para estudiar mucho y salir adelante”, dice César Espínola, hijo del maestro Nimio Espínola. El joven actualmente sigue la carrera militar y es técnico de las Fuerzas Armadas.

“Yo crecí en la escuelita porque mis padres vivían allí mismo, en esa primera escuelita de San Sebastián que apareció en aquel reportaje de Última Hora y que motivó a la señora Olga. Para mí es un gran orgullo que mi papá haya sido el maestro que dedicó su vida a tantos niños y niñas campesinos, con tanta precariedad. Yo y mis hermanas aprendimos a leer y a escribir allí, en esa escuela que era también nuestro hogar, y con mi papá, que fue nuestro maestro”, destaca César.

Ahora él vive en la capital, en un instituto militar, mientras sus hermanas, Dahiana y Lisy, viven en Encarnación, donde siguen sus carreras universitarias. Los tres viajaron a Pilar para poder ver a su madrina.

Nora Blanco es peluquera y su hermana Sofía quiere ser periodista. Las dos se mudaron de Villalbín a Pilar para poder estudiar.

“Yo recuerdo que la madrina Olga nos decía siempre ‘Estudien, estudien mucho, aunque les cueste un gran sacrificio, para poder salir adelante en la vida’. Nunca me olvidé de esa lección”, dice Sofía.

En el amplio salón hay café, masitas dulces, anécdotas y muchas risas. Los jóvenes miran un video antiguo, en donde aparecen en la escuelita con las caritas sucias y los pies descalzos, y les cuesta reconocerse.

“Se lo debemos a la madrina Olga. Ella nos ayudó a valorarnos. Hoy queremos pagarle, mostrándole que salimos adelante y que vamos a ser buenos profesionales para trabajar y ayudar a nuestro país”, dice César.

En el video, los niños que eran décadas atrás se ríen con alegría inocente, mientras cargan con sus bolsas de regalos.

(Los reportajes en video fueron elaborados especialmente para ser emitidos en el programa televisivo web El Eco de la Noticia, el miércoles 25 de mayo).

Más contenido de esta sección
Si hay algo que las mapaternidades y personas cuidadoras se cuestionan constantemente es si están haciendo las cosas bien. La respuesta es clara, aunque aceptarla puede ser complicado: la realidad es que no se sabe. Para entender mejor de dónde surgen estas dudas y cómo manejarlas, decidimos consultar con una voz experta en psicología infantil, la licenciada Belén Espínola.
El acto de regalar es un gesto cargado de empatía y conexión. Más allá del intercambio de objetos, simboliza el aprecio y el reconocimiento de la otra persona. ¡Y cuánto más si se trata de obsequios con propósito, con cuya compra apoyamos una causa comunitaria! Conocé a Nuestras Manos, una tienda con valor social.
A Jorgelina Cabrera (69) la vida le dio el mandato de criar tres hijos, tres hijas, ocho nietos y cuidar a una madre (96) –en cama desde hace 13 años– durante 24 horas, 7 días a la semana. En el país, el trabajo doméstico no remunerado e invisibilizado representa una carga horaria de 28 horas semanales para ellas. ¿Quiénes cuidan a las que cuidan?
Esta tradicional feria del libro binacional se constituyó como un espacio de identidad cultural que aboga por la descentralización de las producciones y los y las escritoras. El intercambio activo que se da en este sitio contiene un gran valor sociocultural, y consiste en una apuesta que cada año se renueva, hacia la industria literaria regional.
Previo a la existencia del gran museo de ciencias del Paraguay, el MuCi, llega San Cosmos, un planetario digital de alta tecnología para apreciar la magnitud del universo a través de shows para todo tipo de público. El cofundador y presidente del MuCi, Dave Peery, nos comenta más sobre la realización de este proyecto de alta envergadura e importancia para la divulgación científica en el país.
El 14 de febrero se festeja el Día de los Enamorados y en esta nota te contamos cinco historias de amor que valen la pena leer.