A casi dos meses de su alta médica por Covid-19, el Dr. Marcelino Brítez, de la V Región Sanitaria, continúa con una lenta recuperación. El profesional de 50 años, que recalca no contaba con enfermedades de base, pasó 28 días de internación; 21 de ellos en la Unidad de Terapia Intensiva (UTI) del Hospital Nacional de Itauguá, al que fue remitido desde el Hospital Regional de Coronel Oviedo, tras presentar dificultades respiratorias, dos días después de obtener su resultado positivo.
“Me interné el 26 de noviembre, en el Hospital Regional de Coronel Oviedo, y esa misma noche fui remitido al Hospital Nacional de Itauguá, llegué a la una de la madrugada, intubado e ingresé directo a la Unidad de Terapia Intensiva”, refiere el Dr. Brítez. El médico es jefe del Área de Cirugía y docente en la Facultad de Medicina en la Universidad Nacional de Caaguazú y de la Universidad Católica y desde el inicio de la pandemia prestó servicios en el Hospital Polivalente Integrado de Coronel Oviedo, que funciona en el local del Instituto de Previsión Social (IPS), de Coronel Oviedo. El doctor Brítez cuenta que su cuadro se inició con síntomas gripales que se complicaron rápidamente. “Me hice el hisopado, el 24 de noviembre tuve mi positivo y dos días después, estaba internado por dificultad respiratoria y tos”, comparte. El 17 de diciembre salió de terapia intensiva con traqueostomía, procedimiento que por su naturaleza le imposibilitaba el habla, luego permaneció unos seis días más internado. Brítez llevaba una considerable pérdida de peso y movilidad nula, pronóstico que anunció las secuelas que fueron directamente a sus músculos y columna. Mientras, en su casa, dos de sus tres hijas también padecieron los embates del Covid-19. UNA BATALLA DIARIA Tras su alta médica, el trabajador de blanco continuó su tratamiento en casa con la asistencia de fisioterapeutas, nutricionistas y sus familiares, perdió considerablemente masa y fuerza muscular lo que le limitó movimiento, dilema con el que se debate hasta la actualidad, utilizando movilidad asistida. “La secuela fue en el área muscular; es decir, una miopatía pos-Covid, estaba sin poder realizar movimientos, ya que había perdido mucho peso, estaba con los músculos totalmente atrofiados, no podía mover los miembros”, relata. El médico celebra cada instancia sobrepasada y comparte que actualmente se moviliza solo, ya recuperó masa y fuerza muscular y camina con un bastón. “Todavía falta un tiempo para mi recuperación total, ya que tengo cierta descoordinación motora y una inestabilidad a nivel de la columna lumbosacro, que me impide deambular por mucho tiempo, hago ejercicios para fortalecer los músculos paravertebrales, y continúo en la rehabilitación con fisioterapeuta y con el apoyo de mis familiares”, recalca. Y recuerda que en los primeros diez días utilizó una silla de ruedas y ayuda para levantarse de la cama. En su experiencia junto a los pacientes y como paciente, el profesional se pronuncia ante los reportes diarios de contagios en el Departamento de Caaguazú, pidiendo a las personas que continúen con las medidas. “La enfermedad es real. El virus no respeta nada. Yo no tengo patologías de base y aún así casi me morí. Sobreviví gracias a Dios. La gente debe cuidarse, respetando las medidas de bioseguridad”, y agrega: “Esto no es joda. Es una experiencia dura. No le deseo a nadie que pase lo que yo pasé. Yo sufrí y mis familiares sufrieron mucho”. Como paciente, el médico también tuvo que buscar recursos de su entorno, ya que su tratamiento alcanzó una gran suma. “Y respecto al gasto ocasionado en los 21 días de UTI, casi alcanzó 50 millones. Mucha gente me ayudó, entre colegas y alumnos, y mediante eso, mis hijas pudieron cubrir los gastos diariamente”, concluye.