A las tres y veinte de la tarde, con un fantasmal chirrido, se abre levemente la inmensa puerta de madera de más de dos siglos del templo franciscano de San Buenaventura, en la ciudad de Yaguarón. Como si ingresáramos a través de un túnel del tiempo, nos recibe una tenue penumbra apenas rasgada por una hilera de primitivos candiles. Una música de otro tiempo nos acaricia con sonidos renacentistas y voces en idioma guaraní. Se trata de la Misa Guarayo, tal como se cantaba en la época colonial, con creatividad franciscana e indígena, entonada ahora en vivo, contra un fondo de ornamentos dorados por jóvenes músicos yaguaroninos de la orquesta Cecilio Valiente.
Esta mágica escena, que se repite cada vez que llegan grupos de turistas o visitantes a esta histórica ciudad paraguaya, a tan solo 48 kilómetros al sur de Asunción, es apenas uno de los muchos resultados de un silencioso y coordinado trabajo que se viene ejecutando desde hace años entre gestores culturales, promotores de turismo, músicos, artesanos, artistas plásticos, historiadores, trabajadores de la gastronomía, pobladores entusiastas y autoridades, en un proyecto de revitalización, reivindicación, promoción y difusión del patrimonio inmaterial de toda una región, a través de sus tradiciones, música, mitología, religiosidad popular, alimentación, artesanía, etc., con un enfoque de desarrollo sostenible.
El pasado fin de semana, mientras acompañamos a más de un centenar de escritores de siete países de la región en un encuentro sobre literatura y lenguas indígenas, pudimos conocer de cerca lo que se está haciendo en Yaguarón, en un proceso liderado por uno de los pocos intendentes municipales del Paraguay que apoya decididamente la cultura y que le dedica una importante fracción de su presupuesto anual y la mayor parte de sus energías. Se trata del doctor Luis Lichi Rodríguez, un joven médico yaguaronino, que antes de lanzarse a la política fue director de los centros de salud de Ybycuí y Yaguarón, llegó a trabajar un año sin cobrar salarios y tiene el curioso récord de haber atendido más de 60 consultas médicas por día mientras ejercía en el precario puesto de salud campesina de la compañía Potrero.
Yaguarón, al igual que muchas ciudades del Paraguay, tiene lugares de belleza natural increíble, una rica historia y mucha tradición. La diferencia es que mientras en otras partes las autoridades y una gran parte de los propios pobladores ignoran o desprecian lo que tienen, o lo destruyen deliberadamente, aquí se trabaja en forma comunitaria por preservar, rescatar y poner en valor los elementos de identidad cultural, logrando además que sean puntos de atracción turística y fuentes de ingresos para muchas familias.
A los encantos paisajísticos del Cerro Yaguarón se ha agregado recientemente el Paseo de los Mitos, un circuito turístico cultural que a través de relatos, pinturas de murales, efectos de luces y narración de cuentos y leyendas, conduce al visitante por el mundo mágico de Tau y Kerana y sus siete hijos monstruosos, tal como los concibió el poeta guaraní Narciso R. Colmán, Rosicrán. El paseo incluye fotos en la ladera del cerro junto a una escultura gigante del Teju Jagua.
El Museo Doctor Francia y el de la Memoria de la Guerra del Chaco son puntos de interés. La étnica banda musical Peteke Peteke, que se mantiene con instrumentos indígenas y campesinos desde hace 300 años, es otra reliquia, pero el patrimonio más valioso es el bello templo de San Buenaventura, hoy en avanzado deterioro ante la desidia del Estado, incapaz de solucionar una amañada licitación de restauración que permanece paralizada desde hace años, un edificio que es defendido heroicamente por obreros municipales y voluntarios de la comunidad.
En medio de tantos hechos de corrupción y de violencia, los logros de las autoridades y la comunidad de Yaguarón constituyen una esperanzadora buena noticia. Lástima que no merezcan títulos de portadas en los principales medios periodísticos.
