Así, las consultas mediante una aplicación de video en ordenador o teléfono móvil se multiplicaron, especialmente las referentes a la medicina general, cuyos profesionales hicieron frente en muchos países a una escasez de material de protección incluso para ellos mismos.
“La medicina vivió cambios significativos en la forma en que los médicos trataron a los pacientes en la epidemia. Es notable la rapidez con la que estos cambios tuvieron lugar”, afirma Martin Marshall, titular del Royal College of General Practitioners, ente británico de médicos generalistas.
A medida que progresaba la pandemia, las reglas nacionales se adaptaron en muchos países para permitir las consultas a distancia.
TENDENCIA EN ALZA. En Francia, donde esta práctica cubierta por la seguridad social desde fines de 2018 no acababa de arrancar, la cifra de teleconsultas pasó de 10.000 por semana a inicios de marzo a casi medio millón a mediados de mayo, con un pico de 1,1 millones durante la segunda semana de abril. La tendencia se mantuvo incluso después del fin del aislamiento, según el ente de seguridad social Assurance Maladie.
Las teleconsultas permiten reducir el tiempo de espera en las consultas físicas, ya que ahora los plazos se alargaron debido a las nuevas medidas de higiene y a los retrasos acumulados por la cuarentena. En EEUU, se levantaron una serie de restricciones sobre esta práctica, así como algunas reglas de protección de datos.
Según Layla McCay, de la NHS Confederation, organismo vinculado con el sistema británico de salud pública, la mayor parte de los 1,2 millones de consultas diarias para tratamientos básicos se realizaron a distancia en pleno confinamiento en el Reino Unido, un cambio acontecido en solo “pocas semanas“.
Esta revolución también tuvo tropiezos. “Mi primera consulta por video fue un desastre. Había unos obreros perforando una pared, el micrófono se averió, un colega entró en el despacho”, dijo la doctora Camille Gajria, profesora además del Imperial College de Londres, al British Medical Journal.
Una teleconsulta sería eficaz, pero hay que ir con cuidado con los errores de interpretación, que son más fáciles de cometer a distancia, afirma esta médica.
La epidemia también propulsó la telemedicina en India, donde solo hay 8,6 médicos por 10.000 habitantes -según la OMS-, y la mayoría de profesionales están en las ciudades, mientras el 70% de la población es del campo.
Ayush Mishra, fundador de la firma de telemedicina Tattvan, explica que la epidemia convenció al Gobierno de flexibilizar las reglas de esta práctica. El empresario, que perdió una pierna en un accidente de moto por no ser asistido debidamente, cuenta ahora con 18 centros de teleconsultas en el país y espera abrir otros más.
“Hay que ofrecer este acceso. Es un derecho fundamental”, explica Mishra, en alusión a la mayoría de indios que viven alejados de los grandes centros urbanos.
Pero las teleconsultas, que se sirven de aparatos conectados a internet como termómetros y tensiómetros, también tienen sus límites, puesto que muchos de los gestos necesarios para un chequeo deben hacerse de modo presencial, subraya Martin Marshall.
Pese a ello, la era de la telemedicina echó a andar, según McCay. “Nuestros miembros nos dicen que esta experiencia les hizo cambiar la manera de ver las cosas. Médicos que quizás antes eran reticentes, se dan cuenta ahora de los beneficios que pueden sacar. No habrá marcha atrás”, pronostica.