Actualmente, un cuarto de la población permanece en situación de pobreza, mientras que el 40% que está por encima de la línea de pobreza corre un grave riesgo de volver a caer debido a sus altos niveles de vulnerabilidad. Es decir, el problema no solo es reducir la pobreza, sino también mantener fuera a los que salieron.
La clase media, cuyos ingresos le permiten ubicarse por encima de este grupo de alto riesgo, tampoco cuenta con la seguridad de mantener su situación a lo largo de toda la vida. Una enfermedad, la pérdida del empleo de alguno de los proveedores, una tormenta fuerte que destruye un activo económico pueden ocasionar un shock económico y empobrecer a la familia.
Los servicios de salud y educación no están ayudando a la lucha contra la pobreza monetaria. No se puede desconocer que en Paraguay la salud se financia con recursos del hogar y con la solidaridad de parientes, amigos y vecinos, contribuyendo con la vulnerabilidad que tiene más del 90% de la población.
La educación no tiene cobertura universal, especialmente en la educación media, impidiendo proporcionarles a los jóvenes el principal instrumento para acceder a un trabajo. Ni hablar de los logros del aprendizaje, que, de mejorar, permitiría que ese empleo sea de mayor calidad.
Frente a políticas públicas de baja calidad y un desempeño económico que ni cuando fue alto pudo reducir la pobreza de manera sustancial, no es de sorprender que la reducción de la pobreza se haya estancado y que el escenario sea pesimista, ya que en el último año se ha verificado un aumento del desempleo y una reducción del ingreso, variable que define la pobreza monetaria de una persona u hogar.
Con suma urgencia se requieren medidas no solo para impedir retrocesos, sino fundamentalmente para continuar reduciendo, al menos al mismo ritmo al que venía cayendo, que aunque lento, fue sostenido en el tiempo.
Las políticas deben ser integrales y universales de manera que quienes salgan de esta situación de pobreza permanezcan fuera de la misma en el largo plazo.
Las políticas sociales deben estar acompañadas de buenas políticas agropecuarias y laborales, de manera que, a la par que se fortalece el capital humano, la economía genere los empleos necesarios que necesitan las personas adultas.
La situación de la pobreza, concentrada en niños, niñas y adolescentes, exige ampliar la cobertura de los programas que contribuyen a que estos permanezcan en la escuela y rompan con el círculo vicioso del que no pueden salir ellos ni el país.
El esfuerzo no es menor, pero en este caso ya tuvimos éxito, no hay razón que impida continuar. Es urgente que el Gobierno impulse las medidas necesarias.