El Banco Central del Paraguay (BCP) disminuyó de manera considerable la estimación de crecimiento del producto interno bruto (PIB) para este año. La estimación que partió del 4% a finales de 2018 pasó al 3,2%, lo que implica una caída de 0,8 puntos porcentuales.
Los efectos de la sequía en la producción de soja, de los problemas en la cuenca del Paraná en la generación de energía eléctrica y de las crisis económicas en Brasil y Argentina obligaron a la principal institución monetaria del país a reconsiderar sus previsiones.
Estas razones hablan por sí solas de los desafíos que enfrenta el modelo económico paraguayo. Es un modelo agotado, que de mantenerse no solo nos llevará a un estancamiento económico sino también al deterioro de los exiguos logros de la última década.
A pesar de los altos niveles de precariedad que persisten, hubo ciertos avances en la ampliación de la cobertura de seguridad social y los ingresos familiares aumentaron levemente, lo cual impulsó una reducción de la pobreza.
Este modelo con escaso impacto en la desigualdad económica, una de las más altas de la región, genera pocas oportunidades económicas para mujeres, jóvenes y el sector campesino, lo que determina que amplios sectores sociales se mantengan por fuera de los beneficios de años de crecimiento económico superior al 5% anual. Con promedios cercanos al 4%, la reducción de la pobreza se estancó y la sociedad empezó a manifestar su disconformidad por la sensación de involución.
Hoy, a pesar de proyectarse una tasa de crecimiento relativamente buena en el orden del 3%, hay sectores que hablan de “crisis” económica. Sin embargo, debe tomarse esta aseveración con mucha cautela para no incurrir en errores que podrían tener altos costos en el mediano y largo plazo.
Si una tasa de crecimiento de este nivel, junto con condiciones macroeconómicas estables, genera esta indisposición ciudadana es necesario preocuparse. Las autoridades económicas deben dejar de asumir que Paraguay es el milagro económico latinoamericano y analizar qué es lo que está pasando con la economía nacional y proponer acciones urgentes.
Lo obvio es que hay problemas a nivel microeconómico. El buen desempeño macro no cuenta con vasos comunicantes en los ámbitos que afectan a la gente, principalmente en el mercado laboral. Este Gobierno debe entender que le tocó asumir el compromiso de cambiar un modelo que nació con obstáculos para garantizar crecimiento sostenible y sobre todo desarrollo.
Los problemas se observan casi a diario: el contrabando, la inflación de alimentos, la deficiente gestión pública de las instituciones que impactan en la capacidad productiva de los trabajadores como el MAG, SNPP y Sinafocal, el mínimo rol del Ministerio del Trabajo, los vacíos de políticas para impulsar las mpymes.
Algo no funciona si la macroeconomía cuenta con indicadores de aceptables a buenos pero las personas sienten que no es así. No podemos seguir dependiendo del clima, las inundaciones, de pocos productos exportados, con escaso valor agregado e impacto en el empleo y los ingresos o de crisis de los países vecinos. Muchas instituciones públicas tienen competencias, recursos y funcionarios para cambiar esta situación. Es hora de que realicen su trabajo.