Hoy meditamos el Evangelio según San Marcos 2, 23-28.
La unión con Cristo fundamenta la unidad viva de los hermanos entre sí; una misma savia recorre y fortalece a todos los miembros del Cuerpo místico de Cristo.
El Señor nos dejó un distintivo por el que el mundo había de distinguir a sus seguidores, la mutua caridad: en esto conocerán que sois mis discípulos.
«Acostúmbrate a hablar cordialmente de todo y de todos; en particular, de cuantos trabajan en el servicio de Dios». Y cuando no sea posible, ¡calla!: también los comentarios bruscos o desenfadados pueden rayar en la murmuración o en la difamación».
El papa Francisco a propósito del Evangelio de hoy dijo: “Y la Iglesia está llamada a vivir su misión en la caridad que no señala con el dedo para juzgar a los demás, sino que –fiel a su naturaleza como madre– se siente en el deber de buscar y curar a las parejas heridas con el aceite de la acogida y de la misericordia; de ser “hospital de campo”, con las puertas abiertas para acoger a quien llama pidiendo ayuda y apoyo; aún más, de salir del propio recinto hacia los demás con amor verdadero, para caminar con la humanidad herida, para incluirla y conducirla a la fuente de salvación.
Una Iglesia que enseña y defiende los valores fundamentales, sin olvidar que “el sábado se hizo para el hombre y no el hombre para el sábado”; y que Jesús también dijo: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar justos, sino pecadores”.
Una Iglesia que educa al amor auténtico, capaz de alejar de la soledad, sin olvidar su misión de buen samaritano de la humanidad herida.
Recuerdo a San Juan Pablo II cuando decía: “El error y el mal deben ser condenados y combatidos constantemente; pero el hombre que cae o se equivoca debe ser comprendido y amado (...) Nosotros debemos amar nuestro tiempo y ayudar al hombre de nuestro tiempo”. Y la Iglesia debe buscarlo, acogerlo y acompañarlo, porque una Iglesia con las puertas cerradas se traiciona a sí misma y a su misión, y en vez de ser puente se convierte en barrera: “El santificador y los santificados proceden todos del mismo. Por eso no se avergüenza de llamarlos hermanos”.
(Frases extractadas de http://www.homiletica.org/francisfernandez/franciscofernandez0756.htm y http://es.catholic.net/op/articulos/12311/cat/331/como-hacen-en-sabado-lo-que-no-esta-permitido.html#modal)