19 abr. 2024

Una palanca para moverla sociedad

Sin ningún lugar para la duda, la informalidad, en todas sus formas, es uno de los problemas más acuciantes de nuestra sociedad y economía. Y entre sus múltiples aristas, la laboral en particular debiera constituirse para todos nosotros en una prioridad a combatir, por su preponderante responsabilidad en la calidad de vida de los ciudadanos.

Para quienes pretendan desconocer esta realidad, bastarán un recorrido por nuestra capital o realizar un viaje hacia alguna localidad del interior para poder observar la enorme cantidad de personas dedicadas a actividades informales. Y la percepción del problema ya adquiere dimensiones alarmantes cuando nos detenemos en las cifras y estadísticas oficiales, que indican que más de la mitad de la población económicamente activa opera en mayor o menor medida al margen de las leyes, al mismo tiempo que al desamparo de las mismas. Aunque este –lastimosamente– cuasi normalizada, esta problemática constituye una cuestión de fondo y forma que nos afecta a todos.

La informalidad laboral abarca todos los órdenes y trabajos posibles, de forma tal que prácticamente ninguna actividad, servicio, labor o quehacer del tipo que sea que opere legalmente deja de tener una “contraparte” informal, que se dedica al mismo rubro, pero sin pagar impuestos ni aportar al fisco, menos aún los beneficios sociales a los que aspira –y merece– cada trabajador que pone su esfuerzo en llevar el pan a la mesa y mantener a su familia.

Si bien estos datos nos preocupan, también es auspicioso saber que proporcionalmente hay más personas ocupadas en trabajos formales –aportando al IPS la mayoría de los mismos– de los registrados hace 15 años. Deteniéndonos a conversar con un vendedor en la calle, el mismo relató que gana más con esa ocupación que un jornalero, y que además no tiene patrón ni horario. Preguntado sobre su familia y qué haría si alguien se enfermara, bajó la mirada y manifestó “y sí, le verdad que pensando bien mi trabajo no es nada seguro”.

De eso se trata, de la seguridad que precisamos todos para tener una mejor calidad de vida y la tranquilidad de saber que contamos con un respaldo. En este sentido, la formalidad laboral valoriza el trabajo del individuo, jerarquiza al ejecutor como a la labor ejecutada, tiene trazabilidad, colabora con la construcción de la economía formal, ingresa al individuo al mercado financiero y lo convierte en un sujeto de crédito. Y no nos olvidemos del seguro social, que además de asegurar a los ciudadanos con una cobertura médica estatal que, con sus luces y sombras, constituye una garantía y tranquilidad, culmina finalmente con la jubilación, un premio al tesón y esfuerzo a la vez que la coronación a una vida dedicada al trabajo.

El genial matemático griego Arquímedes habría dicho al estudiar las virtudes de la palanca “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo”. Con esto refería al hecho de que ubicando esta herramienta en el lugar correcto sería posible mover cualquier cosa, por imposible que pudiera parecer.

Qué mejor herramienta que el trabajo formal para cambiar a la sociedad y al mundo: Apoyando esta herramienta en puntos estratégicos como lo son las empresas legalmente constituidas, el respeto irrestricto a las leyes, incentivando a los empresarios a crear empleos formales y dignos y a través de empresas más humanas producir valor agregado, que sumará al bienestar general en la persona de cada trabajadora y trabajador, dignificado de esta forma en su posición.

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