18 abr. 2024

Una figura icónica del teatro independiente

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El actor nacional Ramón del Río falleció este domingo.

Foto: Archivo ÚH.

Antonio V. Pecci

Periodista y escritor

Ramón del Río se durmió a los 83 años, dejando un notable legado artístico a lo largo de cinco décadas de trabajo sin pausa en el oficio teatral, el cine y la televisión. Encarnó con excepcional talento distintos personajes, a lo largo de una carrera donde se aprecian los mejores atributos del teatro independiente, en que arte y ética van de la mano.

Lo recordaremos como un actor excepcional que se inició en el radioteatro Drácula, del director español Ricardo Turia por Radio Cáritas, y luego en el Ateneo Paraguayo, el TPV, Teatro Popular de Vanguardia, el grupo Aty Ñe’e, el Grupo de Teatro Universitario, el Arlequín Teatro, a lo largo de más de cincuenta años de actividad artística, recalando en el Grupo Real de Teatro. Además de incursionar exitosamente en el cine y en series de televisión de alto contenido artístico y cultural.

Llegó a recibir numerosas distinciones, como el Premio Molière por su participación en la obra Yo el Supremo, adaptación de Gloria Muñoz sobre la obra original de Augusto Roa Bastos, con dirección de Agustín Núñez, en el Teatro Municipal.

En el Teatro Popular de Vanguardia (TPV), compartió diversas puestas en escena de autores nacionales, como Julio Correa y José María Rivarola Matto, así como autores latinoamericanos, como Osvaldo Dragun, Jaime Silva y Jairo Aníbal Niño.

Podemos hacer una mención especial que, con este grupo, Ramón del Río se hizo presente en los difíciles años de 1968 y 1969, cuando la Facultad de Medicina y el Hospital de Clínicas eran cercados por fuerzas policiales. Y sin embargo se realizaban festivales de música y teatro en el patio de la Facultad. Entre esos artistas que llevaban su solidaridad, desafiando el peligro, estaba Ramón del Río con los demás integrantes del grupo.

PERSEGUIDO POR LA DICTADURA

Integrando el TPV recorrió Sudamérica, ofreciendo espectáculos con la obra Un puñado de tierra, que llevó el saludo de un país oprimido a diversos pueblos de la región. El elenco se presentó en el Festival de Manizales, con gran éxito, junto a grupos de gran nivel, como el TEC de Enrique Buenaventura, el Libre Teatro Libre de María Escudero, así como compañías mexicanas, brasileras, chilenas.

Dotado de una singular fuerza dramática, Ramón del Río desempeñó un papel central en esta obra de creación colectiva, en que sobre una idea original de Hugo Herrera, el grupo construyó un collage poético-musical con poemas de Campos Cervera, Josefina Plá, Elvio Romero, Carmen Soler, Roa Bastos, René Dávalos, Ramiro Domínguez, Emilio Pérez Chaves y fondo musical de guaranias, de José Asunción Flores, que exhibió el bilingüismo y la raíz popular en la creación de nuestros artistas, la mayoría de ellos en el exilio.

Cuando estuvimos actuando en Santiago, dentro de esa gira terrestre que nos llevaría a Manizales, los actores y actrices nos alojamos en casas de compatriotas. Chile, en julio de 1971, estaba gobernado por Salvador Allende y se vivía un clima social de avances y una atmósfera política relativamente tranquila aún.

A Ramón y Alejo Pesoa les tocó alojarse en el departamento donde residían Nani y Soledad Barrett, las nietas del gran Rafael Barrett, que vivían su exilio en el exterior. Los cuatro, contaba él, fueron una mañana a pasear y subieron al cerro San Cristóbal, desde donde se aprecia una hermosa vista de Santiago. Y Ramón quiso sacarse una foto con Soledad, pero esta, de manera educada, le dijo: ‘No te conviene’. Las dos hermanas, como otros miembros de la comunidad paraguaya, acudieron a las funciones que ofrecimos en distintas salas, brindándonos su calor.

En 1972, junto a Mito Sequera, Carlos Noguera y Antonio V. Pecci, nuestro querido Ramón sufrió prisión en el Departamento de Investigaciones por el montaje de la obra Ñandejara rekove (Los últimos días de Cristo), con textos de Juan Manuel Marcos y Antonio V. Pecci, por ser considerada subversiva.

Tras la muerte de José Asunción Flores en el exilio, el Centro de Estudiantes de la Facultad de Ingeniera, todavía sobre la calle España, quiso hacer un homenaje al creador de la guarania y fue invitado Ramón del Río para referirse a este hecho.

Recuerda el abogado Hernán Salazar que esa asamblea estudiantil y ciudadana en el patio de dicha casa de estudios, colmado de gente, donde escuchó el discurso inflamado del tribuno Ramón del Río. “En medio de vivas a Flores y aplausos atronadores, me quedó grabada una frase: ‘Nuestro repudio más profundo y enérgico a los apóstatas de la nacionalidad, a los que negaron a José Asunción Flores vivir y residir en su patria’. Por supuesto que el cierre del acto estuvo a cargo de la Policía, que cargó con sus bastones contra el pacífico público”.

Ya en la década de los ochenta, en el Grupo de Teatro Universitario, junto a Nuky Walder, Víctor Bogado, Moncho Azuaga, nuestro artista evocado interpretó de manera magistral personajes en obras de Cervantes, Lope de Vega y Molière, que le valieron el cariño del público. Es de destacar su labor de gremialista, ya que fue uno de los impulsores de la fundación del Cepate, en 1980. Y luego del Movimiento Intersindical de Trabajadores (MIT), en 1985, en la lucha por la democracia.

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